Ciertos partidos políticos se definen de centroderecha. Esta derecha, desde luego, es liberal y, por ende, democrática. Apuesta por “rescatar” el modelo económico neoliberal que nos vino rigiendo hasta que fuimos afectados por la pandemia, que produjo no solo un daño económico, sino también psicológico, político y, sobre todo, moral. Esta derecha, como toda derecha en el mundo, es partidaria de la inversión privada nacional y extranjera, lo que significa que tendrá incondicionalmente el apoyo de los grupos de poder económico, agrario, industrial y virtual. Su finalidad es reanudar el proceso de políticas económicas que nos ha regido hasta hace poco y que ha entrado en crisis, no solo en nuestro país, sino también en otros continentes.
Considero que una hipotética centroderecha estaría integrada por partidos políticos que abrigan esta posición, como el PPC, que tiene una ideología socialcristiana. Probablemente logre un frente con AP y el Apra, pero aquí surge un problema: en ambos partidos hay militantes de centroizquierda que podrían resistirse a esta alianza. Otro partido sería Avanza País.
Pero, además de esta centroderecha, tenemos otra derecha, una conservadora, potencialmente autoritaria, caudillista y populista. En este grupo está APP, aunque podría inclinarse hacia la centroderecha. Desde luego, también Fuerza Popular, que es tradicionalmente caudillista, personalista y populista. Finalmente, Renovación Popular, que dice abrazar la doctrina socialcristiana, pero que demuestra que entre el dicho y el hecho hay mucho trecho, pues su líder, Rafael López Aliaga, exhibe un manejo autoritario. Por esta razón ha perdido voceros importantes, como Jorge Montoya y José Cueto, que renunciaron porque un cambio en los estatutos de dicho partido fue impuesto a dedo por el alcalde de Lima, que además, junto con Antauro Humala, que es un facho-nacionalista y racista, son enemigos de la prensa que los critica. Por otro lado, aunque se declare cristiano a los cuatro vientos, López Aliaga tuvo una de las frases más crueles y carentes de piedad cristiana cuando se refirió a Ana Estrada. Cuando era candidato, el hoy burgomaestre dijo que sería mejor que se tirara del techo para que su juicio no le costara al Estado. Una soberbia y un desprecio por el dolor humano que merecen estar en el infierno de Dante Alighieri.
Ahora que se empiezan a calentar motores para las próximas elecciones, veo difícil una alianza entre la centroderecha y esta derecha caudillista, populista y de tendencia autoritaria. Sin embargo, si alguna de ellas pasara a segunda vuelta, cerrarían filas, porque todas tienen el mismo chip ideológico inmodificable. Este chip ha producido en el ámbito mundial una élite adinerada, que concentra el 80% de la riqueza y que deja lo demás al resto, una clase media inestable y en pobreza extrema. ¿Votaría el pueblo peruano por esta opción? Difícil saberlo, pues el elector peruano es un misterio.