Los partidos no pueden limitarse a exigir que el Ejecutivo promulgue la ley que elimina el aporte obligatorio de los independientes. No pueden desentenderse del problema de fondo ni seguir escamoteando una posición sobre el tema de la informalidad o de la ominosa formalidad. Es incluso suicida, considerando que más del 70% de los peruanos viven en la informalidad.
Lo que pasa es que la ideología prevaleciente en los políticos todavía es tributaria del viejo paradigma clasista según el cual la sociedad se divide en capitalistas-burgueses y trabajadores-proletarios. De allí el tabú a tocar los supuestos “derechos” de una minoría, cuando lo que ha crecido en el Perú en las últimas décadas es el sector emergente, al que nadie representa. Haya de la Torre propuso una alianza policlasista para enfrentar al imperialismo, pero en la práctica la CTP aprista se asentó en sectores laborales formales, que luego le fueron arrebatados por la CGTP comunista. El segundo García quiso cambiar de paradigma pero solo para atraer gran inversión, no para buscar la incorporación de los pequeños. No los representó. Incluso los despreció. Ni siquiera retomó la simplificación administrativa de su primer gobierno. El Apra no pudo reconectarse con las mayorías y casi desapareció en las elecciones del 2011, pese a la extraordinaria reducción de la pobreza que había conseguido.
Hay una amplia clase popular y media emergente que no puede seguir creciendo porque no puede ingresar a una formalidad excluyente. La pregunta es qué partido va a liderar la incorporación de esas mayorías a la formalidad, a las palancas de crecimiento. El problema es que ello supone que los informales paguen impuestos, diversas cotizaciones sociales y otras muchas cargas, que resultan muy caras. Entonces existe la tentación clientelista de representar a ese sector no para ofrecerles herramientas de progreso o una formalidad y un Estado incluyentes y facilitadores, aligerando o aboliendo obligaciones, es decir, no para liderar su incorporación, sino para ofrecerles programas sociales gratuitos. Es lo que hace el Partido Nacionalista de Humala en el poder, que tiene el efecto perverso de sobornar el espíritu de progreso de las gentes, consolidando paradójicamente la exclusión.
Pero hay antecedentes de una representación sana, para la incorporación. Belaunde, en su primer gobierno, entregó herramientas a las comunidades para que se integrasen al mercado, a través de Cooperación Popular. Fujimori hizo lo propio con Foncodes, Provías Rurales y Cofopri, que masificó la titulación de la propiedad. Pero ambos partidos, lejos de profundizar esas raíces para construir relaciones orgánicas con los sectores emergentes, se suman cada vez más a las demandas de sectores opuestos a las reformas.
Existe una demanda más o menos explícita por una formalización factible que sea la contraparte de un Estado eficiente. Kuczynski la recogió el 2011 en un programa de reducción de los costos de la formalidad, y quedó en tercer lugar. La llave de la reconstitución de un sistema de partidos está en la capacidad de representar a la nueva sociedad peruana, que ya necesita formalizarse.