La alcaldesa de Lima, Susana Villarán, pretende imponernos ahora sus prejuicios de feminista ramplona. En plena campaña reeleccionista ha sugerido a los operadores del Metropolitano segregar, sí segregar, el servicio para “proteger del acoso sexual a las menores”. Esto por algunos episodios aislados de mañosos en ese transporte: apenas 32 casos en dos años.
Su propuesta pone en el mismo saco a todos los hombres y pretende que justos paguen por pecadores. De paso, y como es su costumbre, evade su responsabilidad como autoridad, pues lejos de enfrentar el problema intenta invisibilizarlo en sus buses para mujeres.
¿Unos pocos mañosos son razón para proponer el segregacionismo en nuestra capital? Con eso solo se da un mensaje: una mitad de la población (hombres) es un potencial peligro para la otra mitad (mujeres). A Villarán solo le falta vociferar “¡Que pase el desgraciado!” para ser la Laura Bozzo edilicia y armar el show reeleccionista.
No, señora, un puñado de desadaptados no son razón para alterar la convivencia en la ciudad y menos para promover el segregacionismo, porque eso solo enquista los estereotipos y el sexismo. Es obvio, además, que eso no resuelve el problema de fondo y, más bien, crea la percepción de que los limeños son unos “desgraciados” incapaces de defender a una mujer cuando lo requiere. Y la realidad demuestra exactamente lo contrario.
En más de una ocasión los propios pasajeros salen en defensa de las mujeres afectadas por los tocamientos de algún degenerado. Como ocurrió el lunes último, por ejemplo, cuando los pasajeros de uno de estos buses se le fueron encima a uno de estos manoseadores.
El buen comportamiento de los varones limeños y su caballerosidad son la norma en el Metropolitano. La mañosería es la excepción. Como las mujeres –señora alcaldesa– los hombres merecen respeto, y en esta ciudad que compartimos son varios millones los limeños respetables, honorables y de buenas costumbres.
Un estudio publicado en la revista “Science”, bajo el título “La pseudociencia de la escolarización por sexos”, señala que la separación de niños y niñas en las aulas fomenta los estereotipos y el sexismo. Lo mismo ocurrirá si se empieza a separar a los hombres de las niñas y adolescentes en el transporte.
La ciudad y sus servicios deben unir y no separar. No puede ni debe privarse de espacios de socialización a los vecinos y vecinas. Lo que quiere Villarán es como poner un horario para que los hombres disfruten de los parques, y otro para las mujeres. ¿O no sabe que entre las flores también pululan los mañosos, como en el cine, en la bodega de la esquina y hasta en las propias familias? ¿Cuál es su solución? ¿Que los hombres vivan en un mundo aparte por culpa de unos pocos?
El estudio sobre segregación publicado en “Science” dejó bastante claro que la separación por sexos es lo mismo que segregar por raza o procedencia, y solo aumenta los prejuicios ya existentes y la inequidad. ¿Esa es su ciudad para todos?