Federico Salazar

El plan de fue, desde un inicio, dar un golpe de Estado. Quiso pasar por inocente y se disfrazó de campesino, incluido un sombrero que luego abandonó.

“Rechazo rotundamente que vamos a traer modelos de otros países. No somos chavistas, no somos comunistas, no somos extremistas, menos somos terroristas”. Esto declaró Castillo, luego de su proclamación, en julio del 2021.

La mentira flagrante es una de las marcas distintivas del poder absoluto.

No era extremista, pero buscó a los extremistas; no era comunista, pero entregó ministerios y prefecturas al partido oficialista –Perú Libre–, marxista por autodefinición.

Castillo no era chavista, pero quiso hacer la trampa de Hugo Chávez. Esa estrategia es la de obtener el poder dictatorial por la vía democrática inicial. No era extremista, pero entregó el país a los violentos extremos.

Castillo no solo cooptó el poder, sino que lo lotizó y subastó. Vendió posiciones en la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y algunos ministerios.

Geiner Alvarado, exministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento, ha sido detenido hace pocos días. Se le investiga por licitaciones arregladas. Incluso, habría pagado mensualmente una suma de dinero a Pedro Castillo para mantenerse en el puesto.

Desarrollar ese sistema de ratería requería de oscuridad. Había que silenciar o desprestigiar a la prensa, a la fiscal de la Nación y al Congreso.

En el Congreso, aparentemente, hubo compra de conciencias. La fiscal de la Nación, Patricia Benavides, al parecer, fue objetivo de actos preparatorios para un asesinato por sicariato. La prensa fue acusada de “basura”, “mermelera” y “sicaria”.

“Se ha creado ciertos temores cuando hemos asumido este mandato, diciendo cosas como que somos un que llamaremos a una asamblea nacional constituyente para enquistarnos en el poder o para implementar un modelo comunista, un modelo chavista, un modelo distinto. Es totalmente falso, totalmente errado. Eso hay que sacarse de la cabeza”.

Esto declaraba Pedro Castillo en marzo del 2022. A fines de abril, presentaba un proyecto de ley al Congreso para abrir un camino hacia la asamblea constituyente.

¿Y para qué hubiera querido esa asamblea? ¡Pues para ampliar el sistema de ratería!

La asamblea constituyente no hubiera cambiado nada que no pudiera cambiar cualquier gobierno. Hubiera servido, en cambio, para crear falsas representaciones, quebrar el Estado de derecho y enquistar en el poder al campesino que se quitó el sombrero.

Jorge Hernández Fernández, alias ‘El Español’, enfrenta a la justicia por eso. Algunas de sus conversaciones de WhatsApp revelan los planes de inteligencia ilegal y de espionaje político que tenía Castillo.

La constituyente y las oficinas de chuponeo ilegal no son cosas separadas. Van amarradas. La inteligencia criminal busca eliminar adversarios para ganar elecciones. Con ese poder delincuencial se conquista el poder político.

La asamblea constituyente, por su lado, sería como la cizalla para romper el orden legal. Se rompe el orden legal para evitar el balance de poderes y el control político, la investigación fiscal y la indagación periodística.

El trabajo del Ministerio Público nos permitirá revelar el proyecto político completo.

La investigación fiscal debe continuar y el país debe tener alguna estabilidad. No solo para restablecerse, también para aprender de aquello que se hizo a sí mismo. Y no me refiero a la segunda vuelta, sino a la primera.

Aprendamos a ver bajo el sombrero.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Federico Salazar es periodista