Héctor Villalobos

Esta semana, el abogado Eduardo Pachas, que había sido parte de la defensa técnica del acusado expresidente desde el inicio de sus investigaciones fiscales, anunció su renuncia al equipo legal. Se despidió dejando esta analogía náutica en sus redes sociales: “Los barcos para ser dirigidos no tienen dos capitanes, solo uno”.

La embarcación a la que alude Pachas –que hace agua por todos lados, hay que decirlo– es la estrategia legal del golpista exmandatario. Más que un problema de exceso de capitanes, lo que pareciera aquí es que el dueño de la nave carece de un mapa de ruta y deja que cualquier pasajero agarre el timón.

Pachas responsabilizó al exministro de Trabajo Iber Maraví de injerencia en los asuntos relacionados a la defensa: “Maraví no ha cogido un solo expediente, no sabe nada de Derecho, no ha presentado ninguna prueba. Él simplemente saca a los abogados y pone”.

Esta semana, El Comercio informó que por la defensa legal de Castillo han pasado al menos 25 abogados desde el pasado 7 de diciembre del 2022, día en el que ingresó a prisión tras dar su bufonesco golpe de Estado. Algunos de estos letrados han tenido un paso efímero y son de escasa recordación. Otros, como Pachas, han durado más tiempo y han tenido un rol protagónico en los procesos al exgobernante.

Por supuesto que el señor Castillo tiene todo el derecho a contratar, despedir y recontratar a cuántos abogados se le antoje. El recluso de la Diroes puede nombrarlos, botarlos y volver a contratarlos con la misma facilidad con la que cambiaba ministros en su gobierno. Se ignora si la orquesta de defensores de Castillo se costea con los recursos propios del docente chotano o si estos profesionales de la ley dedican horas de trabajo en forma ad honórem.

Este caos legal no hace más que ratificar que el desorden y la improvisación siempre van de la mano de todo lo que rodea a Castillo. El resultado obtenido hasta el momento son 50 recursos legales rechazados en poco más de un año. Su equipo de defensa es el equivalente, en el campo del Derecho, a la selección de San Marino en el mundo futbolístico.

Su estrategia legal no es más que un fiel espejo de lo que fue su gobierno. Inestabilidad en la función pública, ministros que iban y volvían, incapaces ocupando puestos claves, orfandad de planes, es decir, el desorden como política de gestión. En una de sus crónicas, el periodista Fernando Vivas bautizó a Castillo como “el presidente que solo sabe decir sí”. Le decía sí a los cerronistas, sí a los maestros, sí a los sobrinos, sí a Aníbal Torres y sí a Bermejo. Castillo y su falta de carácter se mudaron de Palacio a Barbadillo y probablemente esa situación se esté repitiendo actualmente con abogados, familiares y todo tipo de visitantes. Y pensar que hace no mucho tiempo, una persona así tuvo en sus manos las riendas de nuestro país.

Héctor Villalobos es editor de Política