El peor enemigo de un peruano es su mala memoria. La amnesia es un símbolo patrio. Pecamos por pensamiento, palabra, obra pero sobre todo por omisión. Leer las últimas encuestas para las elecciones presidenciales del 2016 es como desempolvar viejas páginas de periódicos de hace veinte años. No es necesario un indulto presidencial para liberar a personajes como Alberto Fujimori de la prisión o para que Alan García no tenga que ser investigado por casos de corrupción. Basta con la voluntad popular en las ánforas para hacer de lo impune una oportunidad para que haya vida después de la muerte (política). Perdonar no siempre es divino. Vivimos en un interminable homenaje a la discografía de José José. Lo pasado, pasado, no nos interesa y siempre esperamos la nave del olvido.
El peor enemigo de un peruano es el tráfico. Desde el Colegio de Psicólogos del Perú tienen dos tareas impostergables: primero sancionar al doctor Tomás Angulo por sus abusivas apariciones televisivas lanzando diagnósticos a mansalva y después colaborar con un estudio sobre cómo afecta el tráfico de la ciudad a la salud mental de los peruanos. Y vamos a estar peor. El alcalde Luis Castañeda, un exponente inmejorable para nuestro primer párrafo, no pudo sostener su plan de transporte en el debate electoral. Ayer apareció un coche en forma de gusanito en la Panamericana Norte. Que no nos sorprenda que, en un acta de comprensible desesperación, los conductores dejen sus vehículos en casa para salir a las pistas con los carritos chocones del Play Land Park.
El peor enemigo de un peruano es el doble discurso. Se han organizado concurridas marchas contra la televisión basura, firmamos planillones para revocar a Johanna San Miguel y a Magaly, y cuando revisamos los índices de audiencia televisiva, nos damos cuenta de qué estamos hechos. El matrimonio de Yaco y Natalie tuvo treinta puntos de ráting. En los portales web las últimas ¿noticias? sobre Nicola Porcella son diez veces más leídas que la medalla de oro de Pancho Boza. Como si con una mano escribieras en el Facebook que no soportas más a Susy Díaz y con la otra apretaras el control remoto para seguir en vivo el último ampay anunciado por ‘Peluchín’.
El peor enemigo de un peruano es él mismo. No es otro peruano, como aparecía en la campaña de intriga de un conocido banco. Arrastramos ese viejo discurso latinoamericano que dice: “El infierno son los otros”. Yo nunca, ellos siempre. En el Perú hemos perdido muchas veces por esa genuina capacidad para el autogol (en cada elección presidencial somos insuperables). Un eslogan alentador debería decir: reconócete y cambia. Tan simple como eso, aunque ese primer autorretrato nos aterre al darnos cuenta, con profundo dolor, de todo lo que hemos sido capaces.