Patricia del Río

Hace más de diez años empecé a escribir en la página de de este Diario. En ese largo tiempo he visto pasar por Palacio de Gobierno a ocho . He visto a uno suicidarse como una forma de protesta contra quienes iban a juzgarlo. He visto a dos que aún esperan sus juicios tras las rejas; a tres que afrontan procesos judiciales en libertad; a uno que tuvo que renunciar por presión popular; y a otra que algún día tendrá que responder ante la justicia por presuntos delitos de lesa humanidad.

He visto llegar al Congreso a representantes acusados de haber violado, de haber agredido, de haber robado millones de soles al pueblo. Los he visto gastarse en frivolidades la plata de todos los peruanos, comer como reyes y mirar a sus votantes como si fueran estúpidos mendigos. Los he visto aprobar leyes que destruirán el planeta, perpetuarán la desigualdad, mantendrán los privilegios. Los he visto embaucar a los pobres para llegar al poder, para después robar en nombre de esos pobres y usarlos como escudo para sus fechorías. Los he visto mentir y volver a mentir desde sus curules de izquierda, de centro y de derecha.

He visto a empresarios lucrar con la educación y ofrecerles una formación paupérrima a miles de jóvenes que buscan labrarse un mejor futuro. He visto a millonarios negar la desigualdad, mientras aceleran por el carril de emergencia de la Panamericana en autos que sus empleados no podrían comprar con los ahorros de toda una vida. He visto a la palabra “derechos” convertirse en una mala palabra, he visto a peruanos luchar con empeño para que otros peruanos pierdan su derecho a la protesta, para que no puedan casarse con quien aman, no puedan acceder a métodos de control de la natalidad, ni a la educación sexual ni al aborto en casos extremos.

En una década, he visto a violadas, niños y niñas violados, bebes de meses violados. Y he visto a quienes piden que no se metan con sus hijos ignorar las cifras que demuestran que es en el hogar donde ocurren la mayor cantidad de agresiones sexuales. He visto a ladrones difamar a los honestos, a asesinos señalar con el dedo a inocentes, a mentirosos poner falsedades en boca del que dice la verdad. He visto a los que aplauden la muerte injusta de otro peruano acusar de terruco al que defiende la vida de muchachos baleados por la espalda. He visto racismo, mucho racismo, demasiado racismo hacia el que habla distinto, viste distinto, hacia el que lucha contra una pobreza de la que no lo saca nadie si no pide a gritos por sus derechos.

He visto a madres buscar a sus hijos, gritar el nombre de sus maridos, clamar por sus hermanos desaparecidos y recibir como respuesta el eco de la indiferencia.

Pero en todo este tiempo, también he visto a millones de peruanos y peruanas luchar incansablemente por un futuro digno, salir a trabajar sin descanso para alimentar a sus hijos, hacer maravillas en la cocina para ganar premios que nos llenan de orgullo, patear pelotas con el alma para alegrarnos el espíritu. Los he visto madrugar para sembrar el campo, morir por defender los bosques, navegar para defender los mares. He visto empatía y compasión, y callar al intolerante con un abrazo fraterno con el que sufre.

Hace más de diez años que miro este increíble y comparto lo que veo con todos los que amablemente me leen. Es hora de mirar en solitario. Agradezco al diario El Comercio por habernos permitido mirarnos todas las semanas a los ojos con honestidad. Es hora de despedirnos.

Patricia del Río es periodista