Pisa tierra, peruano. Este partido ante Chile de mañana no es un agitado debate sobre los verdaderos orígenes del pisco ni mucho menos para saber si Don Francisco fue mejor que Augusto Ferrando. Ni siquiera lo llamaría “Clásico del Pacífico” porque hace mucho no estamos ante una lucha de iguales. El verdadero nivel de ambos equipos solo puede resistir una comparación con la historia de David y Goliat. Un combate disparejo, donde los favoritos siempre serán los otros. A Perú le toca escribir este capítulo con tinta épica y ofrecer la mejor de las resistencias para no vivir mañana una tragedia griega.
Cada vez que nos toque analizar un partido entre selecciones de Perú y Chile debemos partir de la premisa que ellos son mejores. Hoy es así, y hay hermanos muchísimo que hacer para cambiar eso. No es un síndrome de inferioridad. Los números no perdonan: solo el pase de un jugador de la selección chilena (Arturo Vidal) vale el doble que todo el once titular de la querida blanquirroja. Ante los sureños, el equipo de las estrellas solitarias es el nuestro.
Que este amistoso sea la oportunidad para vernos al espejo de lo que pudimos ser. Chile es el vecino con el cual nos comparamos a tiempo completo. Podemos inflar el pecho y dar pelea en algún sector del mercado, les ganamos la sede de los Juegos Panamericanos y a veces tenemos índices de crecimiento superiores. Todo es válido en el mundo de la libre competencia pero en el fútbol hay que obligarnos a un aterrizaje de emergencia. El fútbol chileno no es el “eterno enemigo”, es más bien el ejemplo que debemos seguir.
Todo el plantel chileno vale cinco veces más que la selección peruana completa. En Italia hay más de diez jugadores sureños en el Calcio mientras que el Perú solo tiene a Juan Vargas peleando por un puesto como titular. Y para agravar más esta penosa estadística: los dos compañeros de Vargas en la Fiorentina (Matías Fernández y David Pizarro) no han sido convocados por Sampaoli. Así están planteadas hoy las diferencias. Un equipo disfruta todo lo que cosechó desde hace más de ocho años. Aquí aún buscamos tierra fértil para sembrar.
¿Qué debe hacer Perú para igualar o superar el progreso del fútbol chileno? No basta un rezo al Señor de los Milagros en octubre ni en querer clonar los genes de Miguel Grau para encontrar once guerreros que ofrezcan batalla. El camino es largo y necesita mucha paciencia. Ojalá podamos dar pelea mañana. Ojalá ganemos. Pero que el torpe resultadismo no nos haga ciegos. Mejor miremos de cerca un modelo de crecimiento que podemos imitar sin ruborizarnos. En el mundo del balompié, los chilenos por ahora son los verdaderos titanes del Pacífico. ¿Y el Perú? Algún día lo será. Si quiere, si se anima.