A estas alturas del año –finales de octubre– se tiene ya una imagen más clara de cómo cerrarán las cifras económicas del 2023. La mayoría de analistas y consultoras estiman que –décimas más, décimas menos– el crecimiento del PBI será cercano a cero. Hace un año, las expectativas para la expansión del producto en el 2023 estaban en 3%. En otras palabras, el Perú produciría, durante este año, unos S/27.000 millones menos de lo que se esperaba que produjese.
A pesar de la tentación inevitable para buscar culpables inmediatos de esta caída, la contracción de la primera mitad del año no tiene como principal responsable al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Es muy posible que los números hubiesen sido igual de rojos aun si era otra persona y no el actual ministro Alex Contreras quien encabezara la institución.
La razón es que, de los tres componentes que explican la mayor parte de la reducción económica de este año, solo en uno puede haber responsabilidad directa del MEF. Sobre el primero, las anomalías climáticas que han empujado a sectores como pesca y agricultura a terreno negativo, no se tiene ningún control más que una muy limitada capacidad de mitigación de daños vía transferencias, créditos u obras de emergencia en las zonas más afectadas. Sobre el segundo, el impacto económico de las protestas sociales de inicios de año, el control es aún menor. En el tercer componente, la depresión de la confianza para invertir, sí hay responsabilidad del MEF, pero aquí el efecto tiene cierto rezago: son, sobre todo, las decisiones de inversión que no se tomaron durante el 2021 y el 2022 las que pesan como un ancla sobre la actividad productiva de hoy. No es, pues, esta misma administración la que carga con el yerro, sino la anterior.
En lo que sí habrá responsabilidad inexcusable de esta administración será en las cifras del 2024. El Ejecutivo, hasta ahora, no ha dado una ruta clara de prioridades que genere la confianza necesaria y el paquete de gasto fiscal propuesto por el MEF no va en la dirección correcta. La inyección de dinero –buena parte de este en bonos y otras transferencias para las que no hay justificación de emergencia– es, a la larga, sacar de un bolsillo –el de los contribuyentes– para ponerlo en otro –el de gobiernos subnacionales y grupos organizados–. No hay creación de riqueza asociada, no hay nuevos proyectos de inversión, no hay más empleo productivo.
Además, lo que realmente puede mover un paquete fiscal como el propuesto por el MEF –y aprobado por el Congreso– es poco y viene al costo de subir las alertas de las calificadoras de riesgo crediticio sobre la credibilidad institucional de la deuda pública peruana. Si se quería empujar más gasto público, había otras opciones menos comprometedoras. Así, cuesta encontrarle un sentido práctico al crédito suplementario concedido al MEF, más aún con el déficit fiscal al límite.
Si no es esto, ¿qué podría hacer entonces el Ejecutivo para despertar mayor confianza? Algunas ideas cortas. En primer lugar, se podría comprometer –ahora sí, en serio– con la ejecución de los proyectos de irrigación pendientes desde hace años (Chavimochic, Chinecas, Majes Siguas, etc.). En segundo lugar, sacar adelante inversiones mineras listas o casi listas para construcción (Zafranal, ampliación de Antamina, San Gabriel, etc.). En tercer lugar, desmontar el aparato burocrático que instaló el gobierno anterior y que hace más difícil la contratación formal y más lentas las inversiones en sectores como infraestructura y minería. En cuarto lugar, el MEF, aún con buenas intenciones e ideas correctas, no puede hacerlo solo; se necesita un Gabinete realmente interesado en la reactivación y eso no se ve en todas las carteras.
Si la pérdida de la confianza en la economía peruana fue lo que más jugó en contra durante el 2023, solo su recuperación puede volver a impulsar el crecimiento por encima del 4%. Y eso no se logra con paquetes fiscales, sino con medidas concretas que dejen clarísimo que este gobierno entiende que, sin más inversión privada, no habrá prosperidad. Hasta ahora eso no se escucha.