Federico Salazar

En 17 regiones del menos de la mitad de las escuelas tienen agua potable y desagüe. Esta es una realidad tremendamente dolorosa.

El déficit de infraestructura educativa es de más de S/150 mil millones. La educación ha sido abandonada. No fue abandonada, en cambio, la empresa estatal.

La nueva refinería de Talara ha costado más de US$6.530 millones. Petro-Perú volvió a pedir un rescate financiero de US$2.550 millones el año pasado.

El costo inicial de la refinería fue de US$1.334 millones. Ese costo se ha multiplicado casi por cinco.

En enero del 2017, el gobierno inyectó US$325 millones. En marzo del 2022, le dio un préstamo de US$750 millones y le dio garantías por US$500 millones más. En octubre de ese mismo año, el Ejecutivo hizo un salvataje de la empresa por US$1.000 millones. En agosto del 2023, Petro-Perú solicitó un nuevo rescate de US$2.550 millones.

La nueva refinería de Talara no cubrirá nunca sus costos financieros. Esa es una unidad quebrada. La refinería no podrá pagar sus deudas y con ello arrastrará a Petro-Perú.

No es el Estado el que paga las deudas de Petro-Perú. Lo hacen los contribuyentes. Aunque no quieran, pagan. Pagamos con nuestros impuestos.

Las víctimas de esta locura son las escuelas sin agua potable, los hospitales sin camas, las comisarías sin policías ni patrulleros. El dinero se fue a Petro-Perú y su refinería, no fue al pago de médicos, maestros, policías.

No hay postas médicas, pero hay refinería. Las comisarías no tienen teléfono, pero todos tenemos refinería. Las escuelas no tienen agua potable y menos Internet, pero el Perú tiene su refinería.

Se gastaron más de US$6.000 millones porque nadie paró la sangría. Si se hubiera tratado de una empresa privada, el límite lo hubiera puesto el mercado de capitales. Si la empresa no rendía, nadie le prestaba.

En el caso de una empresa estatal, no importa que el negocio no rinda. No importa que se trate de un barril sin fondo. El Gobierno, después de todo, saca dinero para cubrir el hueco.

Ese dinero, repetimos, no es del Estado. Nos lo saca a nosotros. Lo obtiene de nuestros bolsillos a través de los impuestos. Los impuestos los pagamos en la gasolina, en un paquete de galletas o en una bolsa de pan.

La inflación llegó a un pico de más de 13% en marzo del 2023. Nos hizo pagar a todos más y más por los bienes que consumimos. Esas alzas de precios se dieron porque el Estado infló la cantidad de moneda.

El Estado pagó sus cuentas, pero todos pagamos las cuentas del Estado. Pagan, especialmente, y con mucho más sufrimiento, los más pobres, los más necesitados. ¡Pero tenemos refinería!

La sangría debe parar. El Gobierno debe retomar el control del gasto y del endeudamiento. Es hora de despertar del sueño del Estado refinero y empresario. Es hora, más bien, de enfrentar la pesadilla.

Se debe acabar el “apoyo” a Petro-Perú. Que no le quiten un solo dólar más a los pobres del Perú.

Federico Salazar es periodista

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