Cuando se construye un edificio, la calidad de la obra depende del piso donde se levanta. Cuando se trata de construir una economía, esa plataforma es en parte una geografía, y en parte una colectividad humana. En ambos aspectos, al Perú le tocó una base particularmente retadora.
En un ensayo sobre la economía del transporte en el Perú, el historiador Carlos Contreras ha explicado este ‘handicap’ geográfico. “La costa oponía el freno de uno de los desiertos más secos del mundo, donde era imposible la tracción de la rueda y hasta el trabajo de los animales de montura; sin agua ni forraje, no servían estos más que para rutas muy cortas [...]. En la región de la sierra, la barrera a la movilidad la creaba lo fragoso del suelo. Largas y empinadas cuestas, profundos cañones y laderas de paredes casi verticales, también impedían el aprovechamiento de la rueda […] la velocidad de un jinete apenas superaba a la de un caminante [...]. Esa misma fragosidad impedía que los ríos fuesen navegables”. Y en otro estudio escribe: “La configuración del suelo peruano y [...] las dificultades que presentaba para el transporte fueron un tema recurrente entre los viajeros europeos y los propios observadores nativos que visitaron el país a lo largo del siglo XIX. Ninguno dejó de sorprenderse por los enormes obstáculos que las cordilleras, inclinaciones y desiertos oponían a la circulación de las personas y las cosas”.
Pero el ‘handicap’ humano ha sido, quizás, el obstáculo más difícil. El escritor Manuel Fuentes, quien publicó una “Estadística General de Lima” en 1858, nos dejó además su veredicto sobre el hombre peruano. “Difícilmente habrá pueblo donde se hayan dictado tantas leyes, durante 37 años, como en el Perú, pero a este lujo de disposiciones acompaña muy de cerca la universal tendencia a desobedecerlas desde el instante mismo de su promulgación, y el poco esmero de la autoridad contra el ciudadano”. El resultado, dice Fuentes: “La administración de justicia en el Perú no merece ni ese nombre” y “en los llamados tribunales de justicia, hace tiempo que solo impera la más patente falta de ella”.
Revisando la estadística de la economía republicana, la característica que más salta a la vista es la inestabilidad del progreso, deficiencia que sin duda refleja las deficiencias tanto del piso geográfico como el humano. Además de frecuentes cambios de presidentes y constituciones, y de desastres naturales, el desmanejo político fue causa de dos colapsos mayúsculos, una por el desastre de la guerra con Chile, y otra por el colapso del control monetario durante los años 70 y 80. En ambos casos, se echaron a perder décadas de inversión y trabajo emprendedor, que en muchos casos venían alentados por iniciativas desarrollistas del Estado, que aprovechaban nuevas tecnologías y nuevos productos, y que permitían, no solo aumentar la economía, sino, además, diversificarla e incorporar nuevas regiones a la actividad nacional.
Estamos al filo de un cambio de gobierno y no sorprende que el país enfrente diversas iniciativas de cambio normativo, muchas referidas a la actividad económica. Es justamente el momento necesario, entonces, para respetar las normas y los procedimientos que regulan tanto la aplicación como la modificación de las reglas de juego. En un partido de fútbol la energía y la calidad de juego del futbolista se basan en su confianza de estar pisando una cancha firme, pero también en que se respetarán las reglas de juego establecidas. También el país depende de una cancha firme, y de respeto a las reglas.
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