La semana pasada se publicaron las cifras de pobreza del Perú del 2019. Los resultados muestran que la reducción de la pobreza se estancó en 20,2%, nivel muy parecido al del 2018.
También se publicaron las cifras de empleo en Lima Metropolitana a abril del 2020, un esfuerzo importante por parte del Instituto Nacional de Estadística e Informática, con el objetivo de tener un seguimiento mensual del mercado laboral. Lo que nos muestran las cifras es que se ha destruido más de un millón de puestos de trabajo, siendo los más afectados los trabajadores de los sectores servicios, comercio, construcción y manufactura, de las micro y pequeñas empresas y predominantemente independientes con niveles educativos menores a la secundaria completa. De igual forma, los ingresos han caído entre 15% y 30%.
A partir de estas cifras y la proyección de la actividad económica para el 2020, con César Liendo calculamos preliminarmente que la pobreza monetaria del país podría alcanzar casi el 30%, nivel similar al del año 2010. Asimismo, la clase media ‘adelgazaría’ después de estar creciendo sostenidamente. Si bien no se aprecian cambios en la desigualdad, se esperaría en el mediano plazo un incremento. Anne Case y Angus Deaton, profesores de Economía de la Universidad de Princeton, a partir de un estudio sobre epidemias pasadas, registran que en un primer momento todos los hogares son afectados por estas. Sin embargo, en el mediano plazo, la posibilidad de adquirir más rápido la vacuna, de continuar con los servicios de salud paralizados durante la cuarentena y de volver a la senda regular de los aprendizajes hará que la desigualdad aumente.
Para mitigar este impacto, la reactivación económica juega un papel fundamental. Es momento de pensar en la recuperación de los ingresos de los hogares peruanos. Dejemos a un lado la falsa dicotomía entre salud y economía. Hablemos del peruano. Hagamos un ejercicio por entender sus necesidades y vivencias, las cuales lo llevan a tomar libremente sus decisiones, injustificables para extraños, pero indiscutibles para él y su familia. Estas decisiones que toma para procurar el bienestar de su hogar. Por ello, es apremiante acelerar la reactivación del trabajo de las personas y las empresas. Por supuesto, con protocolos sanitarios claros y aplicables de manera realista y rápida al contexto peruano.
En este contexto, la información es clave. Por un lado, está la información sanitaria, la cual sería útil para identificar los puntos calientes de contagio. Por el otro, está la información socioeconómica. La implementación de las transferencias ha llevado a un gran esfuerzo por tener una única base de datos de los hogares peruanos. Esta base de datos debe servir de ahora en adelante para toda la administración del Estado: política social, salud, educación, trabajo, impuestos, pensiones, entre otras cosas. Con esto, se da un primer gran paso para la formalización, desde un punto de vista de registro e información. Trabajar con estas dos fuentes de información permitirá tomar decisiones sobre vigilancia epidemiológica y reactivación económica más focalizadas. De hecho, en un estudio publicado recientemente por Acemoglu, Chernozhukov, Werning y Whinston, profesores de economía de MIT y Harvard, se menciona que medidas focalizadas en función a riesgos y grupos de edad pueden ser más útiles para evitar pérdidas de bienestar en las familias, acompañadas de muchas pruebas y rastreo.
No es una tarea fácil. En este camino estamos todos. Aportemos, ayudemos y aprendamos desde donde estamos y señalemos y luchemos contra toda forma de corrupción, individualismo y populismo irresponsable con el objetivo de enfrentar esta crisis y retomar nuevos y mejores aires para nuestro país.