La política a cero plazo, por Juan Paredes Castro
La política a cero plazo, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

En el Perú la política jamás fue pensada democráticamente en función del largo plazo, excepto por autocracias o dictaduras que buscaron perpetuarse en el poder.

El ejercicio del poder por cinco años, más formal que real, es lo que más se parece a un mediano plazo, pero acompañado de una cadena de desgastes y frustraciones.

No hay políticas de Estado capaces de devolvernos la confianza en educación, salud y seguridad. Si el jefe del Estado liderara una sola de ellas, supondría un cambio histórico. Hasta el corto plazo resulta inmanejable en un Estado no preparado para generar resultados.

En lo que es un viejo mal latinoamericano, los peruanos no conocemos otra manera de hacer política, en el poder y por el poder, que aquella del día a día, y que carece del mínimo horizonte posible.

Pareciera que estuviésemos resignados a vivir la política y el uso del poder a cero plazo, de la manera más impredecible e irresponsable.

Por ejemplo, la última semana estuvo dominada por todo lo que precedió y rodeó el insensato chisme de Yehude Simon, ex primer ministro y hoy Congresista de la República. En efecto, Simon puso a medio país en vilo con una versión de tercera mano sobre el supuesto hijo extramatrimonial de Ollanta Humala y el también supuesto divorcio de la pareja presidencial, ganándose no solo el severo desmentido de Palacio de Gobierno, sino además la condena y el ridículo públicos. Sus disculpas no le sirvieron de nada.

¿Por qué arrebatos grotescos como el de Simon terminan atrapando el tiempo y las energías del país?

Entre otras cosas, porque hay flagrantes vacíos y distorsiones constitucionales e institucionales no resueltos, que van desde un poder presidencial compartido entre el mandatario Ollanta Humala y su esposa hasta una Presidencia del Consejo de Ministros mediatizada en sus funciones; desde una Nadine Heredia, primera dama, hasta una Nadine Heredia presidenta del Partido Nacionalista; y desde una Nadine Heredia que niega personalmente que será candidata presidencial el 2016, hasta una Nadine Heredia que convierte esa negación directa en afirmación indirecta cuando se vuelcan importantes recursos y presupuestos del Estado a sus más diversas actividades y a su imagen personal.

En esta vida política a cero plazo, informal y en cierto modo anárquica, no hay estabilidad ni gobernabilidad.

Gobierno y Congreso se pierden en la nada. No hay justicia sino poderes actuando sobre la justicia y sobre los adversarios. El Ministerio Público tiende ahora hacia un futuro más político que de investigación penal. El Tribunal Constitucional sigue incompleto. La Defensoría del Pueblo, acéfala.

Los partidos políticos y sus liderazgos han hecho igualmente suyo el tiempo presente de ansiedad y vértigo. Vuelven a abrirle la entrada al ‘outsider’ de turno, como tantas veces, para que el ‘outsider’ de turno vuelva a ser la carta tapada en el juego de póker del país con su destino.