Hace ya cinco décadas que Luis Bedoya Reyes lanzó en un debate electoral su famosa frase “los técnicos se alquilan”. El electorado aplaudió su ingenio y lo reeligió alcalde de Lima. De repetirse hoy el debate, el patriarca Bedoya se habría cuidado de repetir la afirmación a riesgo de que le repliquen con igual sorna que “si los técnicos se alquilan, los políticos se compran”. Lastimosamente, la imagen de los políticos se ha deteriorado mucho en las últimas décadas.
La percepción de los políticos como una casta superior preocupada por los fines y los técnicos como una casta subalterna especializada en los medios para alcanzar dichos fines duró en el Perú hasta 1990. Hasta entonces, los gabinetes ministeriales estaban integrados casi exclusivamente por políticos o militares. A partir de 1990 –en parte porque resultó elegido un candidato con un partido muy precario–, los políticos empezaron a dejar paso a los tecnócratas en el Poder Ejecutivo. Esta corriente se mantuvo en los siguientes gobiernos y no tiene visos de revertirse. Hasta cierto punto es una tendencia global, pero el caso peruano es uno de los más extremos.
En principio, políticos y tecnócratas comparten un interés por la gestión pública y los más altruistas, una auténtica vocación de servicio. Sin embargo, los primeros están más pendientes del apoyo popular y los segundos, del reconocimiento de sus pares. Por ello, los políticos suelen comunicarse mejor con la opinión pública y los tecnócratas, con los especialistas. Simplificando, podría decirse que los políticos trabajan con la mira puesta en las próximas elecciones y los tecnócratas pensando en sus siguientes promociones.
En función de aquello que los motiva, los políticos suelen ser más arriesgados y los tecnócratas más prudentes. Los políticos piensan más en el corto plazo, los tecnócratas en el mediano plazo. A los políticos los seducen las medidas efectistas y populistas. A los tecnócratas los planes y los indicadores. Los políticos prefieren las palabras; los tecnócratas, los números. A los políticos les halaga salir en un titular; a los tecnócratas, les inquieta.
La fauna política es muy diversa. Los que vuelan más alto viven ‘para’ la política; los más rastreros pretenden vivir ‘de’ la política. Los primeros buscan darle un sentido a su vida poniéndola al servicio de un ideal o del pueblo. Los segundos utilizan la política como un medio para su beneficio. Por lo general, los políticos son apasionados y se nutren del reconocimiento popular. Los mejores suelen ser líderes con una gran empatía. Los peores suelen caer en el egocentrismo y la demagogia. Cuando los primeros actúan con visión de futuro pueden llegar a ser estadistas. A los segundos, en cambio, les cae mejor la denominación de politiqueros.
En el ámbito técnico, la gran diferencia se da entre tecnócratas y burócratas. Los primeros aspiran, en realidad, a suplantar a los políticos y a tomar decisiones a base de criterios técnicos en busca de la solución más eficiente a cada problema. Los segundos prefieren subordinarse a los políticos y suelen ocultar su incompetencia poniéndose al servicio de la autoridad de turno o procurando pasar desapercibidos.
Políticos y técnicos pueden caer en la corrupción. La propensión entre los primeros es mayor en sociedades como la peruana con partidos débiles y sin financiamiento estatal. Los políticos corruptos tranquilizan su conciencia con el argumento de que requieren dinero para su próxima campaña. Es menos probable que un tecnócrata incurra en corrupción porque tiene un prestigio y una carrera profesional que cuidar. En cambio, los burócratas sí son presa fácil de corrupción porque su mediocridad les impide proyectarse a posiciones de mayor envergadura y justifican su conducta en los bajos sueldos que perciben.
Los estados altamente competitivos del siglo XXI requieren cada vez más de líderes que reúnan simultáneamente la condición de tecnócratas y políticos, lo que José Luis Chicoma llamó alguna vez un “tecnopol”. Personas que cuenten al mismo tiempo con la sólida formación académica y experiencia de gestión de un tecnócrata y la habilidad de comunicación y negociación de un político. Líderes que sepan impulsar políticas públicas que sean a la vez técnicamente correctas y socialmente viables. El Perú necesita contar con más líderes de ese perfil. Los partidos deben aprender a atraerlos y la prensa a identificarlos.