El ministro de Economía, Alfredo Thorne, ha criticado a su antecesor. Es una crítica extemporánea y ociosa. A un ministro de Economía se le pide que nos saque del hoyo, no que nos diga quién nos metió ahí.
El déficit fiscal es lo que debemos después de obtener ingresos y realizar gastos. Es pieza clave en el manejo de la economía.
Los gobiernos financian el faltante a través de deuda, impuestos o inflación. La inflación es el alza de precios por inyección de dinero.
El alza del pollo o de las verduras no se debe a la avaricia de los polleros o los verduleros. Se debe a una alteración en la moneda. El gobierno altera la moneda para cubrir su ineficiencia en el manejo de las cuentas públicas.
El ministro Thorne ha dicho que si la nueva gestión no tomaba medidas, el déficit fiscal hubiera llegado a 3,8% del PBI. Es una proyección un tanto antojadiza.
La gestión anterior terminó el 28 de julio. Dejó un déficit de 3,2%. El deber del nuevo gobierno es, obviamente, sanear esas cuentas fiscales.
En la campaña electoral se les advirtió a los voceros de Peruanos por el Kambio que había un problema con las cuentas del Tesoro. Dijeron que había margen.
La propuesta económica de PPK es reactivar la economía liberando dinero para el consumo. Dijeron que lo iban a hacer, por ejemplo, reduciendo el Impuesto General a las Ventas (sacrificando ingresos).
Creyeron que podían aumentar el déficit. Ahora ven que no deben hacerlo. Van a hacer más lentos, por eso, los planes de reducción del déficit.
Las críticas a la gestión anterior ocultan la intención de incumplir la promesa de reducción del déficit.
La promesa era llegar a 1,8% en el 2017. Pasar, ahora, del 3,2% al 1,8% le parece demasiado “brusco” al ministro Thorne. Propone cambiar su objetivo a 2,5%.
La cifra de 3,8% inventada por Thorne tiene la función de crear una impresión de brusquedad. El resultado, sin embargo, es uno solo: no van a bajar el déficit según lo prometido.
Para reducir el déficit, el ministro no plantea ninguna reforma sustancial del gasto. Se esperanza en mayores tasas de crecimiento de la economía.
Y ese crecimiento, ¿de dónde vendrá? De la baja del IGV y del gasto en inversiones trabadas. Menos ingresos y más gastos; según el ministro, eso nos llevará a la reactivación.
Con esas bases, la economía subirá como pompa de jabón: un ratito, antes de estallar. El ministro tiene que descartar, tajantemente, la promesa de bajar el IGV. Debe, además, proponer una dramática reforma del gasto público.
Otra propuesta del ministro Thorne es aumentar la deuda pública de 23,3% del PBI en el 2015 hasta 27% en el 2021. Sin embargo, si las cifras de deuda traen sorpresas, veremos a este gobierno llevar la deuda pública hasta 30%.
No hay, hasta el momento, una propuesta de reforma del gasto público. No se nos dice dónde hay duplicación de gasto o gasto inútil. No hay un diagnóstico que permita desarrollar un plan de reducción.
Sin ese plan, la gestión pública mantendrá la inercia hacia el incremento del gasto. Dado que tampoco hay una reforma para incrementar ingresos, no cabe esperar progreso alguno en relación con el déficit y la inflación.
No debe hacer elucubraciones sobre lo que hubiera sido el déficit si continuaba el gobierno anterior. El ministro de Economía debe decirnos, más bien, qué va a hacer en su gestión.
Esperar a que los precios de los minerales se recuperen o que se destraben ciertas inversiones no basta. Es como esperar sentado a que llueva. Ojalá llueva, pero hay que basarse en la reforma económica.
El ministro Thorne debe explicarnos dónde está esa reforma. Cuáles son los cambios en ‘tramitología’, burocracia, actividad productiva del Estado, administración pública.
Si el gobierno no actúa, no habrá reactivación, y continuaremos con precios inestables. Si eso pasa, ya no habrá a quién echarle la culpa.