Luego de escuchar al candidato a la Alcaldía de Lima por el PPC, Jaime Zea, que quiere aplicar un impuesto a los ferrocarriles porque “atraviesan” la ciudad de Lima, confirmo que aún hay políticos con poca capacidad de visión. Si seguimos así, no se volverán a construir ferrocarriles en el Perú, a pesar de que hoy cualquier país desarrollado se levanta sobre sus líneas férreas.
En los últimos 20 años, la competencia entre camiones y trenes ha sido feroz (como reconoce el mismo Banco Mundial), pues se crearon impuestos para el ferrocarril y exoneraciones y subsidios para los camiones, los cuales desbalancearon una situación de superioridad natural del primero sobre al segundo. El precio naturalmente bajo del tren –debido a su eficiencia intrínseca– ha pasado de ser el 50% del flete del camión a ser el 20% de este por la distorsión. Gracias al patrocinio del Estado, ahora hay una sobresaturación de camiones en la ciudad de Lima y en la Carretera Central, que causa muertes y deja heridos, contaminación, congestión y destrucción de pistas y puentes.
El Ferrocarril Central cumple hoy una labor social importantísima al liberar a la Carretera Central, a Lima y al Callao de 300 mil camiones al año (en el 2016 serán 500 mil) que entorpecen el tránsito de los usuarios más importantes: las personas. Estos camiones superpesados, además, destruyen a su paso por la Carretera y por las avenidas de Lima una infraestructura pública que luego el Estado y las municipalidades deben reconstruir a su costo. En cambio, el ferrocarril paga su propio mantenimiento. Si los políticos decidieran suprimir la distorsión de las políticas populistas para enfocarse efectivamente en salvar vidas, proteger un activo de la nación y no desperdiciar el dinero público, en 24 horas el ferrocarril manejaría todo el tráfico pesado de la Carretera Central, evitando el viaje de 1 millón de camiones pesados adicionales por año. Capacidad le sobra al Ferrocarril Central. Los efectos se verán inmediatamente: la carretera se liberaría, Lima tendría un tránsito más fluido sobre todo en el eje este-oeste y todo esto en beneficio de Lima, Callao y las personas que viven a lo largo de esta vía.
El dinero no le sobra a nuestra metrópoli y no se puede auspiciar con cheques en blanco aquella infraestructura de alto costo de mantenimiento y baja capacidad en lugar de hacerlo al ferrocarril, que no solo equivale a 10 avenidas sino que dura 150 años. Las pistas y los puentes de Lima no se van a reconstruir solos luego de que 1 millón de camiones pesados al año circulen sobre ellas a 20 km/h. Los limeños terminaremos pagando la cuenta de la falta de visión municipal.
El análisis de varios políticos es limitado; no se dan cuenta de que subsidiar a los camiones y cargar de impuestos al ferrocarril no hace más que evitar la construcción de más líneas férreas, tan necesarias en un país con grandes barreras geográficas. Cuanto más impuestos se imponga a los ferrocarriles, más camiones circularán por Lima trayendo caos a la ciudad y menos calidad de vida a sus habitantes. Lástima que el PPC, que en las elecciones pasadas propuso trenes de cercanías, haya cambiado de opinión.