“Para el 2022, a pesar de todo, abrigamos la esperanza, por el bienestar del pueblo peruano, de que pueda darse una férrea alianza entre un gobierno democrático, la ética y la ciencia”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
“Para el 2022, a pesar de todo, abrigamos la esperanza, por el bienestar del pueblo peruano, de que pueda darse una férrea alianza entre un gobierno democrático, la ética y la ciencia”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
/ Víctor Aguilar Rúa

Aunque en política no hay fórmulas mágicas, creo que para tener un buen gobierno se requiere de la conjunción de tres factores: democracia, ética y conocimiento científico.

Para gozar del primero, además del históricamente consagrado derecho al sufragio, se deben cumplir otros requisitos: el pluralismo ideopolítico y partidario, la presencia de una oposición y el reconocimiento del derecho de las minorías –porque, contrario a lo que muchos piensan, la democracia no es el poder de las mayorías, sino el equilibrio del poder entre las mayorías y las minorías–, la división de poderes, el imperio de la ley, la participación ciudadana a través de las instituciones de la democracia directa, el pleno y absoluto respeto por los derechos humanos, las garantías constitucionales plenas y la tolerancia a las opiniones de la oposición (lo que se logra con una total y absoluta libertad de prensa). Pero para que un gobierno y un gobernante sean buenos, también deben buscar el bien común y ser transparentes.

La palabra ‘transparente’, como dice la RAE, deriva del latín ‘transparens’. Tiene seis significados distintos, pero para la ocasión elegimos este: “Claro, evidente, que se comprende sin duda ni ambigüedad”. Esto es lo que deberían demostrar el gobernante y un gobierno democrático. No obstante, por lo visto hasta ahora, esta actitud es ajena al presidente .

Un buen gobierno democrático consiste en el reconocimiento del otro. Se debe ser inclusivo y garantizar la autonomía del individuo para que realmente sea libre y, finalmente, esté empoderado. En otras palabras, tener la potencialidad de ejercer el poder, igual y libremente, cuando lo crea necesario. No caben marginaciones. Por eso, el poder político debe estar distribuido en la sociedad civil y no concentrado en una pequeña élite que se siente superior y se cree con el derecho de regir el destino de los demás.

Pero no basta con garantizar la democracia. Para ser bueno, el gobierno democrático también debe apoyarse en dos pilares: la ética y el conocimiento científico.

En el primer caso, los que gobiernan deben de hacerlo de acuerdo a los valores universalmente aceptados en nuestra sociedad. Evidentemente, estos son muchos, pero entre ellos destacamos la capacidad de servir a los demás.

La única razón moral que justifica a una persona de querer participar en la polis es su capacidad de servir a los demás, nos enseña el lúcido Platón cuando se refiere a la política. Por tal motivo, un presidente, cualquiera que sea, debe ser el primer servidor de la nación y no el primer “mecedor” de la ciudadanía.  Esa es la principal razón por la que debe gobernarse con transparencia y no con secretismo, una conducta huidiza y oscurantista. Así esté enojado con cierta prensa que no es de su agrado, todo presidente tiene que hablar por la sencilla razón de que el pueblo debe saber las cosas que hace o deja de hacer. Es un imperativo moral. El mutismo produce ignorancia porque deja al pueblo sin saber, sin conocer.

El otro pilar es la ciencia, que es un saber con características especiales: busca la verdad. Es un conocimiento que pretende ser objetivo, que tiene un método ordenado y sistemático, pero que, sobre todo, ha contribuido al progreso de la humanidad. Un buen gobierno tiene que apelar a los científicos de diversas especialidades para afrontar y resolver las múltiples demandas de un pueblo como el nuestro, en donde todavía hay millones de personas en la pobreza.

Este Gobierno necesita de científicos y técnicos en las diversas instituciones del Estado. Sin embargo, esto, salvo una que otra excepción, no lo encontramos. Por ejemplo, ¿qué sucedió con el tan cacareado ? Todos se olvidaron de él.

Para el 2022, a pesar de todo, abrigamos la esperanza, por el bienestar del pueblo peruano, de que pueda darse una férrea alianza entre un gobierno democrático, la ética y la ciencia. Entonces, habrá que consensuar. No hay otra. Si no, seguiremos a la deriva y sin rumbo.