Como era de suponerse, con el nuevo presidente del Consejo de Ministro Walter Martos volvieron algunas de las medidas que han fracasado antes para detener la expansión del virus, pero que han sido eficaces para arruinar la economía.
Otra muestra de la irreductible vocación del presidente Martín Vizcarra en insistir en los mismos errores, es la designación de Víctor Zamora, uno de los principales responsables del desastre que vive el país, como asesor de la PCM.
Precisamente uno de los motivos por los que el populismo izquierdista, mayoritario en el Congreso, aprobó abrumadoramente a Martos después de haber rechazado una semana atrás a su antecesor, es que coinciden con él en su torpe política de clausurar las actividades sin ninguna evidencia de que eso servirá para mejorar la situación sanitaria, pero con la certeza de que empeorará la situación económica de la mayoría de peruanos.
Un ejemplo es lo que ocurre en Huancayo, donde los transportistas, para evitar multas por llevar pasajeros sin mascarilla, le prestan una al que sube, que la devuelve cuando baja para que la use el siguiente.
¿Es tan difícil entender que en un país con 70% de informalidad hay disposiciones que no son útiles y que, por el contrario, tienen efectos colaterales nefastos? ¿No pueden comprender que la inmensa mayoría ha internalizado la cultura combi y que está acostumbrada a no respetar o a transgredir las reglas? ¿No saben que millones viven al día y no soportan más cuarentenas?
Por supuesto, hay disposiciones que son necesarias y factibles de aplicar y que están funcionando en mercados, supermercados y otros establecimientos. El trabajo remoto en empresas privadas y dependencias estatales está operando relativamente bien y debería mantenerse.
Era obvio que cuando terminara la cuarentena los contagios aumentarían. No se necesitaba tener dotes adivinatorias para saber que esto ocurriría. En abril, cuando la durísima cuarentena impuesta por el Gobierno tenía recién tres semanas, señalé: “si eso [la cuarentena] fuera suficiente para acabar con la pandemia, podría justificarse. Lo trágico es que no será así. Cuando finalice la inmovilización, el virus volverá inevitablemente a expandirse y encontrará más débiles a muchos, con menos defensas y sin posibilidad de obtener ingresos. Parafraseando a Augusto Monterroso, cuando termine la cuarentena, el coronavirus todavía seguirá allí (y se propagará más rápido)”. (“Cuando terminó, el virus aún seguía allí”, 11/4/20).
Y en efecto, eso sucedió. El inepto Gobierno de Martín Vizcarra mantuvo la cuarentena 15 semanas e inmediatamente después el número de infectados y fallecidos ha aumentado. Como es evidente otra vez, más restricciones no evitarán la propagación del virus pero seguirán arruinando la economía, destruyendo empresas y arrojando al desempleo y la miseria a millones de peruanos.
Otrosí digo. La inseguridad sigue creciendo. El último informe del Barómetro de las Américas revela que la victimización (ciudadanos víctima de un delito) en el 2019 fue de 36%, mientras que la cifra oficial del INEI es de 27%. La victimización ha ascendido, según el BA, desde el 31% el 2014, al 33% 2017, hasta el nivel actual, 36%, el más alto en el continente. (Vanderbilt University, IEP, mayo 2020). Y aquí también persisten las mismas políticas que fracasaron antes.