Perú es la quinta economía mundial con mayor emprendimiento
Perú es la quinta economía mundial con mayor emprendimiento
Redacción EC

Gonzalo Portocarrero publicó en este diario un artículo en el que interpreta a los emprendedores desde falsas premisas morales y, por no entenderlos, los descalifica. Así, acusa por ejemplo al emprendedor de ser un rebelde individual. Esto, sin embargo, es más bien una virtud, como lo es la rebelión de una mujer contra un machista o la del esclavo por su libertad. ¡Rebeldía individual es lo que necesitamos!

Dice que  el emprendedor “exalta la voluntad y el esfuerzo como medios para alcanzar prestigio, poder y dinero”. ¡Como si eso fuese malo! ¿No debe ser la voluntad el origen de estos bienes? ¿O deberíamos proponer el logro sin esfuerzo? ¿No busca dinero un migrante y prestigio un intelectual con sus investigaciones? ¿No es bueno que un sector social desee poder para defenderse de injusticias? Lo incorrecto sería más bien no avanzar. No hay hombre que valga como el que tiene voluntad, pero esto es subversivo para el conservador y amenazante para el autoritario.

Afirma, peyorativamente, que el emprendedor “plantea que el esfuerzo está al alcance de todos”. Y es cierto: el hombre, gracias al conocimiento, tiene capacidad infinita. ¿O plantea que el éxito esté solo al alcance de algunos elegidos? El elitista ve al humano como incompetente, incapaz de pensar por sí mismo.

Luego arremete “es malo interpretar el fracaso como responsabilidad de quien no se esforzó”. A pesar de que esto no es algo que planteemos los emprendedores, analicemos: ¿El fracaso es acaso responsabilidad del exitoso? ¿Quiere castigarlo por avanzar cuando otros no quieren hacerlo? Librémonos de naufragar con él, porque si sabemos nadar propondrá que nos ahoguemos con quienes no saben hacerlo. Ética de sacrificio.

Señala que el emprendedor es controversial y que desde el “desarrollo humano armonioso se lamenta su definición de la vida como una competencia o guerra”. Suponemos que ha confundido  preparación para competir con salvajismo. ¿Le diría a sus hijos que no se capaciten para competir? ¿Propondría que no nos preparemos para la globalización? Competir no es aniquilar; además, la competencia es contra nuestros propios estándares y solo se niega a esto quien no quiere mejorar. Nadie propone la ley de la selva, pues los que usan su creatividad para progresar no la necesitan; es moral intercambiar valor por valor e inmoral pretender recibir a cambio de nada.

Indica que esta ideología (y aquí vale la pena destacar que su único acierto es que identifica que el emprendedurismo es una ideología con una moral y correlato político)  empobrece los vínculos sociales y luego afirma que para el emprendedor los “afectos personales valen siempre y cuando no sean un pasivo para el éxito”; es decir, parece creer  que un emprendedor abandonará a sus hermanos y paisanos, cuando la realidad demuestra lo contrario. Diferente es que no escoja como amigo a quien es un activo para su fracaso. Quizás le confunda que el emprendedor pueda elegir a quién querer, porque su autonomía lo libra de servilismos.

Finalmente indica que no se ha vinculado lo suficiente al emprendedor con el agravamiento de la crisis moral: es decir, ¡hay que vincular la inmoralidad con el que avanza con voluntad, pues quien emprende no tiene ética! 

Así como un plagiador no puede ser considerado  un intelectual, un arribista no puede ser confundido con un luchador, un inescrupuloso tampoco puede ser considerado emprendedor. Los que emprenden son lo mejor de un país; compararlos con caudillos y delincuentes, que son la expresión de valores retorcidos, es despistar moralmente a nuestra sociedad.

El espíritu emprendedor es una capacidad que todos tenemos, está en él lo mejor de nosotros y no se  trata solo de negocios: emprenden deportistas y artistas, los que organizan una ONG  y también los intelectuales, que deberían darse cuenta de que son iguales a los emprendedores y que el enemigo no es otro creador, sino el que se opone a esto.