Hay cosas que me ocupan, amable lector. Mis clases y alumnos, la defensa de tesis cuando soy parte de un jurado académico, la presentación de mis últimos libros, la preparación de obras que siguen, si los dioses lo permiten, esos que tienen el hilo de nuestra existencia al filo mortal de sus tijeras. Entre tanto, nada me aparta de lo que Basadre llamó “Perú, problema y posibilidad”. En 1931 (¡!). Vamos a llegar a un siglo de esa propuesta dual y dolorosa y lo que hemos hecho para resolverla, en realidad, es muy poco.
La curiosidad no me abandona. Trato de entender no solo el Perú sino a los peruanos. Y a veces voy a encuentros en los que me vuelvo estudiante, escucho y no intervengo. A lo que voy, recibí una invitación. El pasado jueves 22 de noviembre, en el Centro de Convenciones, hubo el Foro Empresarial 2018 de Viva en el Mundo. Los temas abordados: infraestructura, minería y actualidad. Hace un año estuve en CADE de Paracas. Tenían un eslogan estupendo: “Un solo Perú, no más cuerdas separadas”. Un año más tarde, están más separadas que nunca. Pues bien, esa mañana en el foro vi que se entrelazaban tras escuchar a varios ponentes.
Escuché a Julio Velarde. Como se sabe, presidente del Banco Central de Reserva del Perú. No soy dado al elogio, pero sería mentir no decir que vi desfilar no solo los indicadores económicos sino la firme orientación que ha mantenido en vilo la economía peruana. Velarde asume en el 2006 con Alan García y sigue con Ollanta Humala y luego PPK. Seamos sinceros, ha habido una disciplina fiscal. Con Velarde y quienes lo preceden (Webb, Silva Ruete). La historia de estas primeras décadas del siglo XXI reconocerá esa tarea, impidieron gastar irracionalmente.
Y luego, sendas conferencias. La de Raúl Diez Canseco, fundador de la universidad San Ignacio de Loyola. Jorge Muñoz, flamante alcalde electo de Lima. Y Roque Benavides, presidente de la Confiep. A medida que los escuchaba, me sorprendían. Muñoz luce seguridad personal, es claro, sencillo, se le entiende. Diez Canseco, lo suyo fue anchamente economía y posibilidades nacionales. Roque Benavides, con el aplomo de un candidato presidencial. Los tres expositores juntaron cuerdas económicas con visiones que van más allá de los negocios.
Pero me hicieron recordar a los presidenciables a mediados del siglo XX. Conocí a varios. A Pedro Beltrán, liberal cuando no estaba de moda, formado en Gran Bretaña, no pasó de ser primer ministro. Conocí a Manuel Ulloa, se había hecho rico en la bolsa en EE.UU., pero sabe dios por qué, no lo vieron presidenciable. Y Manuel Seoane, tal vez hubiese ganado las elecciones de 1963, caía bien a gente muy diversa. Pero ninguno de los tres fue candidato.
¿Es que hay empresarios que aspiran a la presidencia? Era de esperar, dada la debilidad de la clase política. Eso ha ocurrido en el siglo XIX, Pardo y Piérola. En los inicios del siglo XX, Augusto B. Leguía. Ahora bien, para el 2021, otras presencias. Por ejemplo, el moradito, Guzmán, muy callado por el momento. El propio presidente Vizcarra, ¿por qué no?
Pero tener elecciones no nos hace del todo demócratas. Veo, en lo inmediato, una competencia entre élites, lo que llama Dahl una poliarquía. ¿Dónde está el pueblo? ¿Descabezados apristas y fujimoristas y una singular izquierda, fuerte en élites, pobre en tener pobres? Veo, de nuevo “un poder delegativo” como en los noventa, concepto de O’Donnell (1994). En el mejor de los casos, una democracia mínima. En el peor, un neofujimorismo compuesto por antifujimoristas.