La esposa del presidente se equivoca sobre sí misma. O quizá quiere equivocarse sobre sí misma. Nada de eso tendría algo de malo, si no fuera porque afecta el ejercicio del poder en el Perú.
La primera dama es percibida como la persona con mayor poder en el país. En segundo lugar aparece su esposo, el presidente de la República. Así lo señala la última encuesta de Datum.
Los encuestados creen, en su mayoría, que la presidenta del partido de gobierno tiene más poder que el jefe del Estado peruano. Las cifras no son contundentes, pero sí reveladoras.
La señora Nadine Heredia es considerada la persona más poderosa del país por el 26% de encuestados. Debajo de ella, con apenas 25%, aparece su cónyuge, el presidente Ollanta Humala.
El poder, por supuesto, no es lo que la gente piensa. Lo que la gente piensa, sin embargo, tiene mucho que ver con la autoridad que se ejerce. Finalmente, la autoridad se sostiene en el respeto que inspira y genera.
Hace un año, el 28% ponía a Humala en el primer lugar y solo 22%, a Heredia. Durante ese año se produjeron las crisis de los gabinetes Villanueva y Cornejo, ambas asociadas a un supuesto manejo de Nadine Heredia.
La pareja presidencial, lejos de intentar aclarar y deslindar esas suposiciones, hace todo lo posible por ponerles énfasis.
El mandatario ha dicho que el resultado de la encuesta es un reconocimiento al trabajo de su esposa. Y su esposa, lejos de decir que es un error generoso de los encuestados, coincide con fervorosa modestia.
Estamos haciendo, ha dicho ella, “un trabajo con el presidente de la mano desde que iniciamos, como pareja, como familia”. Su esposo lo hace en su rol de presidente y ella, “acompañándolo en todo lo que puede”.
La encuesta no dice eso. Porque no “acompaña” el que está por encima del otro. El que acompaña, más bien, es el segundo. Si esto es así, quien manda es la señora Heredia y el “acompañante”, el presidente.
El presidente de la República no debería aparecer, con error o sin él, como acompañante. La razón es sencilla: el poder debe ejercerse con responsabilidad, y por eso nuestra Constitución señala que hay un presidente, y solo uno.
La primera dama no debe coincidir con quienes creen que es la persona más poderosa. Debe decir que se equivocan. Puede decir que agradece esa equivocación, pero no debe manifestar anuencia, tácita o expresa.
No le hace bien al presidente de la República aparecer como acompañante de su esposa. Él tiene un mandato constitucional no como “primer acompañante”, sino como encargado, por los votantes, de ejercer el poder.
Ojalá la primera dama pueda ayudar a evitar las confusiones. De esa manera ayudaría a su esposo, a ella misma y a su familia.
El Estado peruano no es el Partido Nacionalista. No es la familia Humala Heredia. No es la pareja presidencial, y no se somete al estilo singular de ningún arreglo matrimonial.
En el Perú debe restablecerse el principio de autoridad. Y la autoridad nace de lo que la gente cree sobre quien la ejerce.