Giulio Valz-Gen

Cuando Pedro Castillo llegó a Palacio de tenía una bancada de 37 congresistas (Perú Libre). Si a esta le sumábamos los cinco congresistas de Juntos por el Perú (JPP), llegaba a acumular, por lo menos, 42 votos de 130 en el .

Castillo no tenía los votos para implementar sus propuestas de campaña (felizmente) y requería llegar a acuerdos políticos en el Congreso. Aunque no todos los pactos fueron explícitos, los Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala arribaron a entendimientos básicos con el Parlamento, lo que les permitió mantenerse en el gobierno e implementar algunas políticas públicas que formaban parte de sus agendas. Pedro Pablo Kuczynski no llegó a acuerdos con las bancadas mayoritarias y se vio forzado a renunciar al cargo. Martín Vizcarra no pudo con ese mismo Congreso y lo disolvió. Tampoco llegó a acuerdos con el Congreso complementario y este lo terminó vacando. No hay ninguna fórmula secreta: presidente sin Congreso no sobrevive.

El golpista Castillo no logró construir alianzas para gobernar, pero sí para sobrevivir un tiempo. Ninguno de sus caballitos de batalla llegó a aprobarse. No pudo aprobar su reforma agraria, su ministerio de ciencia y tecnología, y su proyecto de asamblea constituyente ni siquiera pasó la votación en la Comisión de Constitución. Pero sí pudo resistir algunas vacancias presidenciales e incluso podría haber salvado la que tocaba en la tarde del día que dio el golpe de Estado.

¿Cómo lo hizo? Pues en el caso de “Los Niños”, la fiscalía cree que un grupo de congresistas buscaba garantizar la continuidad del hoy preso exmandatario y de su ‘organización criminal’ en el poder. Esto, claro, según la tesis fiscal, a cambio de puestos en el Estado y el aprovechamiento de procesos de contratación.

Volvamos al presente. La presidenta Dina Boluarte fue elegida vicepresidenta por Perú Libre e incluso fue militante de dicho partido desde antes de la aparición de Pedro Castillo (en enero del 2022 fue expulsada por haber dicho que no compartía el ideario). Hasta dos semanas antes de su llegada constitucional al poder, era ministra del régimen y, formalmente, su ‘bancada’ era la suma de aquellas que sostenían al Ejecutivo.

Pero el 7 de diciembre del 2022 todo cambió. Las fuerzas y respaldos en el Congreso se realinearon y quienes antes buscaban la salida de Castillo del poder se transformaron en los aliados, al menos iniciales, de la presidenta. Como ha quedado claro con las declaraciones de Keiko Fujimori de la semana pasada, ese respaldo no es absoluto.

Nadie quiere ‘quemarse’ con los errores de gestión del Ejecutivo y es previsible y estratégico un desmarque político desde el Congreso. Es una relación basada en el interés de sobrevivencia (hasta el 2026) más que en un entendimiento programático de lo que necesita el país para salir de la inercia (y ni qué decir para el desarrollo).

Los antecedentes recientes nos dicen que, sin una bancada en el Congreso, lo atípico sería que la presidenta culminase su mandato. Sin embargo, sí existen espacios para construir algunas políticas en favor del país que también mejoren su posicionamiento y el del propio Congreso con la ciudadanía. Si el objetivo es llegar al 2026, no basta solo con sobrevivir. Alguien tiene que gobernar y alguna ruta se debe seguir.

La lucha contra la pobreza, la atención al sector Salud y la inseguridad ciudadana son temas que deben estar en la agenda urgente y en los que podría haber algunos acuerdos mínimos entre el Ejecutivo y el Congreso. O, al menos, alguna propuesta concreta y visible de la presidenta.

Pero hay un tema mucho más inminente y destructivo en el corto plazo. La llegada del fenómeno de El Niño Global es una gran amenaza para el país, pero también una gran oportunidad de actuar y unir. Al menos en este periodo y hasta que pase el fenómeno, podría buscarse ejecutar una política masiva de prevención y mitigación. Ya hay algunas señales del Gobierno en esa línea, pero se requiere mucho más. Al Ejecutivo y al Congreso se los puede llevar el huaico si siguen pensando que pueden llegar flotando hasta el 2026.



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Giulio Valz-Gen es socio de la consultora 50+1