"En nuestras propias narices", por Abelardo Sánchez León
"En nuestras propias narices", por Abelardo Sánchez León
Redacción EC

La globalización alude a la noción de audiencia planetaria, aquella que se dedica a contemplar las acciones  bélicas, prepotentes, de los países todopoderosos. Millones de personas vimos estáticas cómo Estados Unidos bombardeaba Bagdad. Todos los habitantes de la Tierra vemos la invasión de Afganistán, territorio codiciado en diversos momentos por Inglaterra, la Unión Soviética y Estados Unidos. Todos vimos el drama de Libia. La agonía siria se desenvuelve con la paciencia ciega de la cebolla.  La OTAN es, sin duda, el ejército más poderoso del planeta: invoca a Estados Unidos y a la Unión Europea. Ucrania es ahora el punto álgido de la confrontación entre Occidente y Rusia; Ucrania es fundamental en la geopolítica rusa, que no estaría dispuesta a tener  los misiles occidentales en un territorio limítrofe.

La llamada Guerra Fría tuvo esa denominación porque se encontraba bajo la amenaza de las armas nucleares. Los dos colosos se apuntaban al mismo tiempo sin atreverse, felizmente, a apretar el botón. Las batallas de la Guerra Fría se dieron en territorios de influencia, lejanos, como fue Vietnam, Chile, Argentina,  Nicaragua y Cuba. Cuba fue la gran excepción, pues colocó a los rusos a un paso de Miami y los estadounidenses no estaban dispuestos a aceptar ese riesgo, como ahora los rusos no están dispuestos a aceptar que Ucrania pase a  formar parte de la Unión Europea y de la OTAN. Ese punto, sin duda, Putin lo tiene claro. Rusia y la Unión Soviética han sido imperiales y están dispuestos a defender su área de influencia más cercana.

Desde la América Latina se pueden observar los conflictos mundiales sin que nos veamos involucrados. Nosotros somos los parientes occidentales pobres, los ninguneados, y, sin embargo, esa actitud de las potencias hacia nosotros nos pone fuera de peligro en caso de conflagraciones mundiales. Europa ha sido remecida por dos grandes guerras. China y Rusia meten sus narices en los países asiáticos. África del Norte es una zona neurálgica. América Latina, más bien, humildemente pide disculpas a un costado y al fondo del mapa,  y se mantiene a distancia. Nosotros solo peleamos contra nosotros mismos: tierra de terremotos y revoluciones, de conflictos internos, de guerras intestinas, no logramos superar la gran desigualdad que nos caracteriza ni borrar la imagen del  Estado como botín. Mirándonos el ombligo, que es lo que mejor sabemos hacer los peruanos, la audiencia nacional mira pasiva lo que ocurre en Áncash, en Trujillo o en Madre de Dios. Los protagonistas no son los todopoderosos del mundo, son solo bandas ilícitas que convocan a congresistas y autoridades regionales. Desde la platea miramos aterrados. No salimos de casa.  Los 7 magníficos es ya una antigua película basada en una más antigua todavía  de Akira Kurosawa.