Hay una contradicción entre las políticas proteccionistas y la reforma del Estado anunciadas por Donald Trump. Las primeras restringen la libertad económica. La segunda la expande.
Altos aranceles a las importaciones y repatriación artificial de industrias no solo incrementarán el precio de los insumos y de los bienes de consumo, sino que afectarán la capacidad de la economía de asignar los recursos a los usos más productivos, pues al proteger a industrias que en condiciones de libertad económica no podrían competir se anula el proceso de destrucción creativa, se deja de invertir en sectores en los que sí se es más competitivo y se deja de innovar para desarrollarlos.
El proteccionismo es popular porque es una respuesta a varios mitos. Uno es que en Estados Unidos la industria manufacturera ha perdido puestos de trabajo debido a las importaciones baratas desde China. Pero resulta que eso también ha ocurrido en la propia China y en Europa. Johan Norberg1 lo explica con claridad: lo que ha habido no es una desindustrialización, sino una nueva industria mucho más productiva, con menos trabajadores. Los puestos de trabajo perdidos no fueron hurtados por los chinos y los mexicanos, sino por robots. Y se han generado más puestos de trabajo que los que se han perdido. ¿En qué sectores? Justamente en aquellos más expuestos a las importaciones chinas, en las fases de producción donde pueden añadir más valor y en servicios complementarios.
Una política proteccionista agresiva anularía la capacidad de innovar y mover recursos a sectores más productivos. Estados Unidos perdería liderazgo económico global porque abandonaría lo que lo hizo fuerte: la libertad económica.
Sin embargo, al mismo tiempo, Trump anuncia la creación del “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE) que será liderado nada menos que por Elon Musk –que es capaz de alcanzar objetivos imposibles– y por el empresario Vivek Ramaswamy, con la misión de “desmantelar la burocracia gubernamental, reducir el exceso de regulaciones, recortar los gastos innecesarios y reestructurar las agencias federales”. Es decir, devolver libertad económica, lo que le daría un impulso enorme a la economía.
Aquí lo interesante es que esta nueva agencia copia al Ministerio de la Desregulación en Argentina, y con las mismas palabras. Javier Milei ha informado que Musk ya entró en comunicación con el ministro Federico Sturzenegger para importar el modelo desregulador argentino. Es lo que hay que hacer en el Perú también, y con mayor razón, porque acá las regulaciones aplastan a los emprendimientos y los expulsan a la informalidad.
Pero Milei está bajando aranceles, no subiéndolos. Ojalá Trump lo siguiera en eso también. Su objetivo es convertir a Argentina en la economía más libre del mundo, porque sabe que eso la hará crecer a alta velocidad. Su programa económico ya está funcionando: la inflación bajó de 25% en diciembre del 2023 a 2,7% en octubre, ha logrado superávit fiscal y la economía empieza a recuperarse. Argentina va a ser una bala en uno o dos años. Estados Unidos podría volver a serlo si abandona el proteccionismo.