Una cosa es ser críticos y exigentes frente al mensaje del presidente Martín Vizcarra y a las propuestas del primer ministro Pedro Cateriano. Todos estamos en nuestro derecho de serlo y, además, el Congreso tiene ese mandato. Pero otra cosa muy distinta es tumbarse a un Gabinete por las peores razones y en el peor momento posible, agravando la peor crisis humanitaria de nuestra historia.
No me lo esperaba. Y creo que nadie lo anticipó. A pesar de que sabíamos de sobra que este Congreso es una amalgama de toxicidad, mediocridad, fatuidad, populismo y, sobre todo, intereses económicos oscuros. Aun así, pensaba que algo de sensibilidad y de patriotismo podía primar.
Todo ocurrió, como estilan para perpetrar todas sus barbaridades, durante la madrugada. Escuchando ahora la última intervención de Cateriano, en la que denuncia un chantaje, queda claro que ya sabía que no le iban a dar los votos. En el excelente informe de Martín Hidalgo en El Comercio se detalla la suma de pequeñas mezquindades que llevaron a esa decisión, pero el plato de fondo fue, sin duda, la renuncia del ministro de Educación. Cateriano fue llamado en la noche del lunes por Manuel Merino, presidente del Congreso, para ser advertido de que, si no lo ‘renunciaba’, no le daban la confianza. El presidente Vizcarra ha hablado también de chantaje en su posterior mensaje a la nación.
En el quinquenio que termina, muchas crisis políticas han estado asociadas a la pelea por mejorar la educación. Jaime Saavedra, que lanzó una etapa de reformas en el sector, fue la primera víctima. Y este es el segundo Gabinete que cae por ponerse firme ante las presiones indebidas en torno de este sector. Fernando Zavala cayó en el 2017 por defender a Marilú Martens, “muy respondona” ante las posiciones ultraconservadoras y firme en la defensa de las reformas educativas.
No hay que ser muy acuciosos para saber que la mano que meció la cuna fue la de Podemos Perú, propiedad de José Luna Gálvez, dueño de la Universidad Telesup, que –no olvidemos– logró inscribirse con fraude en la ONPE. Para los Luna (padre e hijo), la prioridad es el negocio y le dejan a Daniel Urresti una candidatura presidencial que, de prosperar, les podría asegurar más que una yapa.
¿Por qué Acción Popular y Alianza para el Progreso se sumaron con sus abstenciones a esta cuchillada artera que se le clava a un país doliente, que lo que menos necesita es más inestabilidad?
Ya se conocerán los detalles, pero es bastante fácil imaginar que fue por el “hoy por ti, mañana por mí”. O al revés: para pagar con sus abstenciones favores previos.
De tontos útiles o comparsas estuvieron el Frente Amplio, el Frepap y Unión por el Perú.
Algunos dicen ahora que la única alternativa es gobernar con el Congreso. ¿Cómo? Si estamos con elecciones convocadas y los nueve “partidos” allí representados van a competir entre sí por nuestros votos.
Además, sería ser cómplices de las medidas populistas que se han dado y de las que vendrán. Sería avalar el asesinato de la reforma política. Sería terminar de matar la ilusión de una reactivación económica que, guste o no, depende de la inversión privada, responsable del 80% de la inversión en el país.
Es verdad que tampoco se puede gobernar frontalmente contra el Congreso. Pareciera entonces que estamos ante la cuadratura del círculo.
Pero no. Quizás haya que regresar a lo básico. Ya no hay tiempo para grandes planes ni enjundiosos discursos. Bastaría con responder a una sola pregunta para organizar estos meses: ¿cómo se hace para aplacar la ira del virus sin cerrar la economía de nuevo, lo que nos llevaría a una mortandad adicional por hambre y violencia?
Vizcarra gobierna en el momento más difícil que ha vivido el país en décadas, dada la superposición de crisis de salud, económica y política. Está, además, muy golpeado por sus propios errores y con Mirian Morales casi como única consejera. Una soledad con la que se encontró, pero que también él mismo acrecentó. La suya es una soledad a la vista de todos. O, como diría de nuevo Mario Benedetti, “una soledad tan concurrida/ que puedo organizarla/ como una procesión/ por colores/ tamaños/ y promesas/ por época/ por tacto/ y por sabor”.
Es desde esa soledad que debe sopesar lo mejor para el país. Ojalá se inspire.
En mi modesta opinión, creo que no debe cambiar muchos ministros. Y, sobre todo, se debe mantener a María Antonieta Alva y a Pilar Mazzetti en sus carteras. Ni Economía ni Salud están para nuevos ensayos. También se debería tratar de retener a Martín Benavides, muy golpeado por el fracaso de la compra de las tablets. Y, si no se pudiera, debiera poner a alguien que tenga idéntica sintonía con la reforma de la educación y en particular con la labor de la Sunedu.