¿Qué le pasa a la clase política peruana que se asusta porque al presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, le da la gana de mostrar su hígado otra vez y amenazar veladamente con el cierre del Congreso? ¿Acaso no se dan cuenta de que la semana pasada el Ejecutivo solo ha pretendido dar un caballazo que le resultaría imposible ejecutar?
Veamos: efectivamente estaba previsto que Cateriano y su equipo asistieran al Parlamento para solicitar una parte de las facultades legislativas extraordinarias (las relacionadas con economía y seguridad) que ya estaban anticipadas en su presentación de investidura. Hasta allí, polémica más, polémica menos, era absolutamente predecible que el pedido sería aceptado por una oposición que, encabezada por el aprismo y el fujimorismo, ya había adelantado su voluntad de no entorpecer el tramo final del gobierno humalista.
Llegado el momento, sin embargo, la misma oposición no asistió al hemiciclo porque la Mesa Directiva –presidida por la oficialista Ana María Solórzano– no había cumplido con un trámite interno o cuestión previa: que se proceda a la remoción del congresista oficialista Alejandro Yovera, sentenciado por la Corte Suprema debido a los datos falsos consignados en su hoja de vida.
Si no se quería el desplante, ¿por qué Solórzano no cumplió a tiempo con el desafuero o, por lo menos, por qué no coordinó nueva fecha con el Ejecutivo? Siendo oficialista, un simple telefonazo hubiese bastado. Por eso, permitir que llegara el pomposo Cateriano y fuera “maltratado” terminó siendo un espectáculo premeditado. Eso fue parte de un melodrama gubernamental preparado para dar paso a una nueva confrontación Ejecutivo-Congreso, con amenaza de cierre de por medio.
Con apenas 17% de aprobación, Ollanta Humala necesitaba algún tipo de protagonismo y qué mejor que “victimizar” al Ejecutivo y, al mismo tiempo, hacer declaraciones con el pie en alto contra la oposición. Y en el caso de Nadine Heredia, con solo 15% de aprobación, el enfrentamiento con el Congreso y especialmente con Alan García y Keiko Fujimori era la mejor forma de retomar la iniciativa frente a todos los indicios últimos que la pintan como corrupta, pese a una decisión judicial polémica que no impedirá investigarla hasta el final.
Hábil para sacar provecho de la crisis, Cateriano ahora recurrirá al mismo tipo de decretos de urgencia como los que sirvieron para la farsa investigatoria contra Alan García, pero al final el Perú ha vuelto a presenciar un escandalete que, dicho en coloquial, ha sido pura ‘fufuya’. Es imposible que Gana Perú gane la cuarta Mesa Directiva del Parlamento este julio y hasta la amenaza de cierre del Congreso es boquilla: si se le cerrara y convocara a elecciones anticipadas, el oficialismo apenas lograría unos diez congresistas. Claro, todo se puede esperar de la ineptitud humalista, ¿pero tanto como que se dispare a los pies faltando tan poco para que termine su pésimo gobierno?
Hoy toca, entonces, que la oposición en el Congreso se mantenga unida, que defienda sus fueros sin alarmarse, y mientras tanto que los líderes partidarios se dejen de tantos cálculos electoreros y entiendan la urgencia de forjar ya un frente republicano de alternativa para el 2016.