“Los charlatanes siempre nos sorprenden con la audacia de sus mentiras, pero mucho más sorprendente es que, en la práctica, siempre logran conseguir a incautos que les creen”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Los charlatanes siempre nos sorprenden con la audacia de sus mentiras, pero mucho más sorprendente es que, en la práctica, siempre logran conseguir a incautos que les creen”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Moisés Naím

Hace poco, el teleevangelista estadounidense Jim Bakker entrevistó a Sherrill Sellman, una “doctora naturista”, que explicó las extraordinarias propiedades de ‘Silver Solution’, la solución plateada que el predicador ofrece a través de la página de Internet de “The Jim Bakker Show”.

Mostrando una botella del preciado líquido, Bakker miró a Sellman y afirmó: “tú dices que la ‘Silver Solution’ puede ser efectiva contra esta influenza que ronda por el mundo”.

“Bueno… no ha sido probada en esta cepa del ” –respondió Sellman–, “pero sí se ha probado en otras cepas del coronavirus y en 12 horas lo eliminó totalmente, lo mató, lo desactivó y fortaleció el sistema inmune del paciente, ayudando así a su recuperación”.

En todo caso, si la propuesta de Bakker y Sellman es de su interés, puede ordenar un paquete con dos botellas del líquido que, además, incluye como bono especial dos tubos de gel con la ‘solución plateada’. Todo esto a cambio de una “donación” de US$100. Pero eso no es todo. Bakker le suele recordar a su audiencia que su poción cura todas (¡todas!) las enfermedades venéreas. “Es un milagro en un tubo”, dice con entusiasmo, “es como si Dios la hubiese creado en el cielo para ayudarnos”.

¿Qué le hace pensar a Bakker que su sospechoso líquido plateado va a encontrar compradores? La respuesta es fácil: ya los encontró. El predicador ha tenido una larga y lucrativa carrera apostando a los incautos, a los ingenuos y a los desesperados. En los años ochenta, llegó a ser uno de los evangelistas más conocidos de los Estados Unidos. Contaba con millones de seguidores, que cada año donaban cientos de millones de dólares a su iglesia. Esa exitosa etapa en la carrera del charlatán terminó con un escándalo sexual y financiero que le valió una larga condena en prisión.

Al anunciar la sentencia, el juez Robert Potter dijo: “aquellos de nosotros que tenemos una religión estamos hartos de ser víctimas de codiciosos predicadores que solo quieren nuestro dinero”. En esto, el juez Potter se equivocó. Los actuales seguidores de Bakker no parecen estar hartos de sus prédicas. Tan pronto salió de la cárcel, Bakker fundó otra iglesia y continuó predicando los mensajes de Dios y vendiendo productos a creyentes que, evidentemente, no están hartos de sus promesas.

Los charlatanes siempre nos sorprenden con la audacia de sus mentiras, pero mucho más sorprendente es que, en la práctica, siempre logran conseguir a incautos que les creen. Es fácil suponer que las víctimas más vulnerables de los charlatanes y de los estafadores suelen ser personas ingenuas y desinformadas. Pero no es así.

No se puede tildar de incautos o desinformados a los exsecretarios de Estado de los Estados Unidos Henry Kissinger y George Shultz, o a los exjefes del Pentágono Bill Perry y el general Jim Mattis, o al empresario Rupert Murdoch.

Estos son solo algunos de los notables que fueron persuadidos por , una joven de 19 años, de invertir en su nueva empresa, Theranos. Según ella, la empresa revolucionaría la manera de hacer exámenes sanguíneos y llenaría de ganancias a sus accionistas.

Mientras Jim Bakker se apoya en presuntos mensajes divinos para persuadir a sus seguidores, Elizabeth Holmes utilizó la codicia. Cuando un periodista le preguntó al general Jim Mattis qué palabras le venían a la mente al pensar en Holmes, el curtido militar respondió: “integridad”, “competencia [...]. Ella es una revolucionaria en todo el sentido de la palabra”. Holmes recaudó US$700 millones en una ronda inicial de inversionistas que luego siguieron inyectándole capital hasta llevar el valor de la empresa a US$10.000 millones.

Era todo mentira. Holmes no tenía la tecnología que decía tener y mantuvo Theranos a flote por más de una década mintiéndoles a inversionistas, clientes, empleados, organismos gubernamentales y periodistas. Holmes perdió todo y enfrenta varios juicios que la pueden llevar a la cárcel.

El otro ejemplo icónico de un charlatán que usó la codicia de sus clientes para estafarlos es Bernard Madoff, que ofrecía suculentos retornos a quienes le confiaban sus ahorros. Al ser descubierto, Madoff tuvo que pagar una multa de más de US$17.000 millones y está cumpliendo una sentencia de 150 años de cárcel.

Pero ni los charlatanes religiosos ni los financieros son los más peligrosos. Son los charlatanes políticos, que llegan al poder estafando a sus votantes con promesas incumplibles, diagnósticos falsos y políticas que terminan por hacernos daño a todos. Estamos viviendo una época de oro para los charlatanes que, ayudados por Internet, le dicen a sociedades confundidas y ansiosas lo que quieren oír. Sabemos que estamos pasando por una era de cambios turbulentos

–del clima, el trabajo, la economía, la política, los valores, la seguridad–.

Los charlatanes les ofrecen a sus seguidores un mundo más seguro y predecible, y en el que estarán protegidos de los extranjeros, los diferentes y de quienes piensan distinto. En este sentido, los seguidores que le dan poder a los charlatanes nos hacen a todos más daño que los charlatanes mismos.

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