El Gobierno no hace agua. No puede hacerlo, porque nunca llegó a navegar. Esto viene desde el primer Gabinete Ministerial, en el que puso como primer ministro a un personaje como , machista, homófobo y admirador de la violencia de Sendero Luminoso, hasta el cuarto al mando de –que será recordado por –, un personaje tan irascible como deslenguado, que cree que gobiernan porque se mueven cada semana de ciudad en ciudad con su carpa de circo sin pan, con público escaso y filtrado según su docilidad para aceptar horas de frases huecas y promesas incumplibles. Y dicen que viene el quinto Gabinete, pero es casi imposible que sirva para levar anclas.

Ya muy poca gente se cree el engaño. La última encuesta del IEP indica que solo aprueba a un 19% a nivel nacional, con un piso de 8% en Lima y el Callao, donde nunca fue popular, y un rascuache 26% en los lugares en los que logró votaciones impresionantes, como Puno (89,3%) y Cusco (83,2%).

Pero Castillo, insensible a lo que genera ahora entre los peruanos, se dedica casi a tiempo completo a buscar impunidad. Aun así, quizás tengamos que seguir sufriéndolo durante un tiempo más. Es que ya se aseguró –al menos por ahora y con métodos aparentemente vedados– los votos para impedir la vacancia. Cerrado ese camino, el Congreso busca otros, cuyo destino no parece claro y, menos aún, cercano.

Castillo va a seguir así destruyendo ese algo que se había construido. En este escenario, no queda sino alertar sobre lo que viene sucediendo en un ámbito que, por conocerlo bien, me llena de enorme preocupación: la seguridad de la población y la seguridad de la nación.

Como era previsible, la situación se está deteriorando a pasos agigantados. Con cinco ministros del Interior que, en promedio, han estado poco más de dos meses en el cargo, ninguna política pública se pudo haber diseñado y, menos, implementado. Peor aún, el Gobierno no trajo ninguna, tan solo una caterva de ideas inconexas, cada cual más desvariada, por lo que pronto se refugió en un ilusorio “los militares nos salvarán” a través de un estado de emergencia que suspende los derechos de todos y que sigue en vigencia por inercia.

Para conseguir al sexto ministro, hubo que rascar el concolón. Es que hay que ser demasiado ambicioso y tener valores muy discutibles para aceptar serlo. Si, con todo lo que se sabe, ocupar cualquier cartera es ya un baldón, en el caso del Interior –más allá de que lo expliciten– la misión consiste en no capturar a , y , ya que, según el abogado del exministro de Transportes y Comunicaciones, “si entrega su celular ahorita, se cae todo”.

No creo que un ministro que entra con esos términos de referencia quiera o pueda ocuparse de los problemas de fondo.

Ni sabrá que el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) encuentra que la victimización por delitos en las ciudades –que venía bajando algo en los meses previos a la llegada de Castillo– sube ahora todos los meses, y eso que no andábamos nada bien antes de ello. Los que dicen haber sido víctimas de al menos un delito en los 12 meses precedentes eran, a febrero de este año (la última medición disponible), alrededor de 4 millones 300 mil personas; un incremento en los primeros siete meses de Castillo de alrededor de 645.000 personas. Y como hay una tendencia clara al alza, para el 28 de julio deberían de sumar más de un millón de personas adicionales victimizadas.

Y no desarrollo, para no preocupar demasiado al nuevo ministro, los desafíos que plantea el notorio crecimiento de la extorsión a pequeños y medianos negocios, con la violencia consiguiente.

En este contexto, hay que entender y ubicar la reciente decisión del gobierno de Estados Unidos de pedirles a sus ciudadanos que no visiten el Perú, dado el riesgo de seguridad que implica.

Esta medida trae consecuencias inmediatas para la economía. Por esa disposición, se estima que el nivel de ocupación hotelera descenderá por esta causa del ya bajo 45% al 35%, afectando principalmente a los viajeros por negocios.

Además de la seguridad de las personas individualmente consideradas, hay que agregar que han crecido las amenazas a la seguridad colectiva. Estas afectan nuestra viabilidad como nación.

Con esto último me refiero al incremento vertiginoso de las principales economías ilegales, donde ya se manifestaban, y de su expansión a territorios nuevos, algo que estamos encontrando –junto con y Dante Vera– en la actualización de una investigación sobre el tema.

Este aumento se observa principalmente en la minería ilegal y el narcotráfico, pero también en la tala ilegal, pues su expansión afecta cada vez a más territorios, incluyendo el asedio a poblaciones nativas de la Amazonía. En los tres casos, se viene dando una violencia en la disputa por territorios que supera por mucho lo que habíamos encontrado en el pasado.

Coda: un viento de aire fresco surge de la iniciativa de un grupo de jóvenes para recoger 250.000 firmas antes del 28 de julio para obligar al Congreso a, por lo menos, discutir el adelanto de elecciones generales. ¿Dónde firmo?

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad

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