Maite  Vizcarra

Hace una semana discurrían aquí ideas sobre cómo volver rentables algunos negocios digitales identificados con el periodismo o la creación de corrientes de opinión, y se planteaba que era necesario explorar formas adecuadas para hacer más sostenibles estos emprendimientos más allá de la buena voluntad de la gente –los fans– o los mecenas digitales.

Coincidentemente, hace un par de días volvió a actualizarse la popularidad de la plataforma llamada , donde es posible crear, distribuir y alojar contenido adulto y/o erótico a través de una cómoda cuota de suscripción. La mención a esta plataforma viene a cuenta por la presencia muy activa que tiene allí un familiar de una autoridad pública y la pareja de aquel, al tiempo que permite presentar nuevas modalidades de generación de ingresos en la Internet peruana del siglo XXI, con la recesión económica como telón de fondo.

A diferencia de los modelos de negocio que se sustentan en el ‘fundraising’ de Patreon, OnlyFans prueba muy bien que los micropagos o el negocio de las suscripciones son la forma más eficaz para hacerse de dinero en el mundo digital. Pero esta plataforma sicalíptica es, además, una muestra clara de nuevos modos de entender el trabajo en las , en las que –al mejor estilo posmoderno– se quiebran dicotomías como las del juego (placer) y el trabajo (deber).

Ya decían los griegos que “al negocio se le oponía el ocio”. Sin embargo, en los entornos digitales donde todos podemos crear contenidos –los llamados User Generated Content (UGC) o contenidos creados por la gente–, todos podemos ser celebridades y, lo más importante, todos podemos hacer ‘match’ con nuestro público objetivo más idóneo; la industria del porno se reactualiza para presentarnos los llamados empleos ‘playbour’ –de ‘play’ y ‘labour’ en inglés–, en los que literalmente se trabaja en lo que a uno le gusta o le da placer.

Los ‘playbour’ son oficios posibles gracias al mundo digital de las redes sociales, donde la gente consume contenidos creados en su gran mayoría por ‘amateurs’ o gente de a pie que, cámara de teléfono celular en mano, se lanzan al estrellato pop de las redes sociales. Son empleos ‘playbour’ los que desarrollan las llamadas ‘celebrities’, ‘youtubers’ o ‘tiktokeros’, los ‘trainers’ de videojuegos y claramente las nuevas estrellas del contenido adulto en OnlyFans.

En estos oficios se ofrece un servicio de entretención u otros a cambio de un estipendio regular –que puede oscilar entre los US$10 y los US$20 por suscripción– que da carta abierta a los UGC respectivos.

Volviendo al caso específico de la plataforma de los fans, mucho se especula sobre los importantes ingresos que los creadores de contenidos acumulan ahí y esto solo puede explicarse por el efecto democratizador que tiene Internet también respecto de lo que podemos llamar “capital erótico” –'sexappeal’ en otros términos– y que va más allá de los estándares de la media normal, para abrir paso a un concepto de ‘sexy’ amplio, diverso y bizarro. Y es que usted no debería esperar encontrar en OnlyFans tan solo la estética casi perfecta, tonificada y pantagruélica de los protagonistas de los contenidos porno estándar, pues, siendo una plataforma de contenidos ‘amateurs’, ahí es posible encontrar de todo y para todos los gustos.

Definitivamente, la digitalización es un fenómeno que rompe con los patrones de lo cotidiano y de allí que sea disruptivo. En ese sentido, lo digital crea nuevas retóricas en las que incluso lo que se entiende por sexual puede ser tan amplio y flexible como tantas posibilidades permitan Internet y la imaginación. Y eso es ilimitado.

Así que, si se anima, adelante, que, como decía Andrés Calamaro sobre su propio atractivo, “una buena combinación de Homero Simpson con Rolling Stone siempre es estratégica por la ventaja que da la confusión”.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia