Como alimento para la curiosidad, el último fin de semana decidí leer la tesis que presentaron hace una década el presidente Pedro Castillo y la primera dama Lilia Paredes para obtener el título de magister en educación. Más allá de plagios y argumentos incompletos, a menos que quien hoy porta la banda presidencial sea una persona distinta a la que preparó el documento en cuestión, no entiendo dónde quedaron las ideas que entonces defendía.
Para muestra, apenas en la introducción del texto, el mandatario y su esposa identifican un problema que afecta a todo el Perú: “Nuestro país se encuentra lejos de lograr la equidad entre hombres y mujeres, ni en las leyes y menos en la práctica”. Como solución, desde el plano educativo, los autores recomiendan “la aplicación de talleres donde prevalezca la equidad de género ya que permite lograr aprendizajes significativos en los estudiantes”.
Con diez meses de gestión y tres cabezas en el Ministerio de Educación, ¿ha hecho algo el presidente por promover ideas como las que mostró en su estudio? Porque imagino que, si lo consideró relevante entonces, bien podría poner el tema sobre la mesa ahora en un Consejo de Ministros. Aunque quién sabe, quizá ya lo hizo y en eso se inspiró la exministra Anahí Durand cuando propuso un taller sobre igualdad de género tras el escándalo misógino del Gabinete Bellido.
Castillo y Paredes también son contundentes al afirmar que “la incorporación del enfoque de género es fundamental para lograr un desarrollo humano sostenible, equitativo e incluyente”. No entiendo cómo podría afirmar tal cosa quien anunció en campaña que el tema no sería una prioridad y que luego nombró a la congresista Katy Ugarte, quien ha dicho que el enfoque de género “hace daño”, como ministra de la Mujer.
O incluso cómo podría una persona supuestamente interesada en temas de equidad de género y consciente de la situación del país decir que el feminicidio “es producto de la ociosidad que genera el mismo Estado”, como señaló Castillo el año pasado. Son asuntos que habría que preguntarle al jefe del Estado.
Pero si de encontrar contradicciones se trata, el documento también enfatiza un problema que, según los autores, fomenta la discriminación sexual. Textualmente, el presidente y la primera dama critican el uso de la palabra “maestro” en lugar de “personal docente”, al tratarse de un uso sexista del lenguaje.
“Los estereotipos sexistas transmiten, mantienen y perpetúan los valores, las creencias y las actitudes que determinan la manera de pensar, actuar y relacionarse de las personas”, reflexionan en la tesis. ¿Es eso lo que ha querido hacer Castillo todo este tiempo cuando se presenta a sí mismo como maestro?
Luego, por supuesto, está la parte práctica. Aquella por la que la Universidad César Vallejo afirma que la tesis brinda un “aporte de originalidad”. Sobre esto, basta decir que la muestra con la que trabajan los autores es de apenas 28 personas. Todas ellas, alumnos del mismo salón de tercero y cuarto de primaria de una escuela rural.
Y si el pequeño grupo estudiado no fue un problema para los examinadores, tampoco lo fue la omisión de un dato clave: cuántos de esos 28 menores eran niños y cuántas niñas. Un factor no poco relevante, si lo que se está evaluando es la percepción sobre equidad de género y el trato recibido en casa por las niñas en comparación con el que reciben sus hermanos varones.
Las dudas metodológicas persisten a lo largo del texto. Los autores brindan resultados de un ‘pretest’ (en el que siempre los participantes terminan ubicados en una situación de ‘inicio’), pero no hay mayor evidencia de que estas pruebas se hayan realizado. Tampoco muestran qué determina que una persona pase de un estado de ‘inicio’ a uno de ‘logro’.
Según la investigación, el 100% del grupo se ubicó en un nivel de ‘inicio’ luego del ‘pretest’ para temas relacionados a la identidad y autoestima. Tras los talleres que impartió la actual pareja presidencial, el 64% avanzó a un nivel de ‘logro’. Resultados similares se repiten para las evaluaciones de familia, escuela y comunidad.
Sobre lo que estos talleres comprendieron y cuándo se realizaron, sin embargo, los autores a lo mucho explican que se trató de “una serie de sesiones de aprendizaje” y presentan descripciones generales en los anexos. Para el jurado encargado, esa información fue suficiente.
Se sabe que Castillo es un saco de contradicciones. En una situación normal, incluso eso podría explicar por qué hace una década afirmaba cosas que hoy parece ignorar. Pero en el caso de la tesis, los contrastes son demasiado marcados.
Así, luego de leer el documento, la interrogante no debería ser si plagió una parte, porque la respuesta es a todas luces positiva. Más bien, lo que deberíamos preguntar es si al menos leyó el texto que presentó como propio. Porque de eso no estaría tan seguro.