(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Alfredo Bullard

Mario necesita dinero. Orquesta un plan para obtenerlo. Coge a su propio hijo y lo encierra en el sótano de su casa. Luego le escribe una carta a Humberto, su vecino, y le dice: “Si no me pagas un rescate de 10.000 dólares no volverás a ver a mi hijo vivo”.

Por supuesto que usted ya advirtió el problema de la estrategia de Mario. ¿Por qué Humberto pagaría un rescate para salvar al hijo del “secuestrador”?

Ese ha sido por años el juego absurdo de las negociaciones comerciales. Los países se negaban a bajar sus aranceles si el otro país no los bajaba. Mientras tanto, al no bajar los aranceles castigaban a sus propios consumidores obligándolos a pagar precios más altos a los productores nacionales.

¿Son los gobiernos tan tontos como para hacer eso? De alguna manera sí. Pero la verdadera razón es el interés de algunos industriales incapaces de competir con productos extranjeros y que presionan al gobierno para que tome de rehenes a sus propios ciudadanos.

Hace unos días, como el Mario de nuestro ejemplo, el señor Jorge Peschiera ha defendido en un publicado en este Diario una versión modificada de la toma de rehenes. Se le llama el .

El invento de los derechos antidumping solo puede tener origen en una de dos cabezas: o la de un economista desorientado o la de un industrial interesado. O quizás en una combinación de ambas.

Para el pesar del señor Peschiera, en los últimos años los países, mediante negociaciones, han ido reduciendo sus aranceles.

Pero para hacerlo crearon un juego de rehenes parecido, aunque diferente. Es algo más solapa. Los países aceptan reducir sus aranceles si se mantiene disponible un remedio que permite subir un cobro (llamado derecho antidumping) cuando un producto importado es demasiado beneficioso para los consumidores (en otras palabras, cuando es muy barato).

¿Cómo sustenta Peschiera este secuestro atenuado de los consumidores?

Primer argumento: nos dice que “ es la práctica de vender por debajo del precio normal o a precios inferiores al costo”. Pero el precio “normal” no existe. Los precios son dinámicos y responden a condiciones del mercado. Es como el argumento del precio justo, solo que al revés, pues lo “normal” es un precio más alto. El problema es que en la búsqueda del precio “normal” la industria local puede poner precios más altos aprovechando que se elimina parte de su competencia.

Segundo argumento: nos dice que países como China tienen “una estrategia de largo plazo. Para adueñarse del mercado de otro país debe destruir su capacidad de producción. Una vez logrado ese fin, podrá elevar los precios a su antojo en el mercado conquistado”. Interesante. Según la propuesta del señor Peschiera, las empresas chinas van a vender por debajo del costo (incurriendo en pérdidas) para poder subir los precios. Según esa teoría, las empresas chinas vienen perdiendo plata hace décadas (desde que se habla del dumping chino).¿Y qué pasará cuando suban los precios? Pues volverán a entrar nuevos competidores. ¿Qué le asegura que podrá, en el supuesto que su política tenga éxito, recuperar las pérdidas que le ocasionaron sus precios bajos? Pues nada. Un empresario tendría que ser un perfecto idiota para seguir esa política.

En el derecho de la competencia hay una figura parecida. Se le llama precio predatorio. Pero al menos la legislación de competencia pide que, primero, el supuesto predador tenga posición de dominio en el mercado (tenga poder monopólico) y que las barreras de entrada le aseguren permanecer suficiente tiempo como para recuperar las pérdidas. ¿Dónde están esos requisitos en el antidumping? Simplemente en ninguna parte. ¿Y por qué? Porque a los industriales locales no les conviene, ya que tendrían que probar algo que no existe. El dumping no es otra cosa que un “precio predatorio bamba”.

Tercero. Según nuestro autor: “En los deportes no se permite el ‘doping’, es decir el uso de sustancias prohibidas que favorezcan a uno de los competidores. En el comercio internacional no se permite el dumping”. En realidad en el deporte hay algo que se llama ‘foul’, y en el comercio algo que se llama patearle la canilla al consumidor. Lo que busca el antidumping es desnivelar el terreno para poder sacarnos más dinero de nuestros bolsillos.