Uno. Cuando Guillermo Alarcón ingresó al penal para reos primarios, mejor conocido como San Jorge, parecía haberse sentado un precedente en la historia del deporte peruano. Por primera vez, luego de años de pillerías, robos y desmadres, uno de los causantes de la virtual destrucción institucional de los más populares clubes de fútbol del país –en este caso, Alianza Lima– iba preso.
Alarcón fue condenado a cinco años de prisión efectiva tras ser sentenciado por fraude contra la administración de personas jurídicas y falsedad. Ingresó a la cárcel el 27 de mayo. Sin embargo, apenas tres meses y días después, el Poder Judicial decidió excarcelarlo por considerarlo “un delincuente de poca peligrosidad” que “tiene familia y trabajo conocido”. No se tomó en cuenta que Alarcón, antes de ser recluido, estuvo en la clandestinidad seis meses.
Osvaldo Carpio, alguna vez dirigente de Alianza, calcula que alrededor de 18 millones de soles se esfumaron de las arcas íntimas mientras Alarcón fue presidente. La reparación civil que le exige el Estado alcanza apenas los 205 mil soles.
Dos. Hace un par de noches, el programa “El Deportivo” mostró un video en el que se aprecia al gerente de Universitario, Jorge Vidal, cuando es agredido por un sujeto que sería miembro de una de las facciones de la barra del club. El motivo sería el mismo por el cual un grupo de barristas irrumpió en el estadio Monumental la mañana del martes: la exigencia de entradas gratis.
El tráfico de boletos pasó de ser un instrumento de clientelismo manejado por ciertos dirigentes a un poderoso símbolo de poder y fuente sustancial de ingresos para los encargados de venderlas entre los barristas. La decisión de los directivos de cortar su distribución los ha enervado. ¿Hará Universitario un deslinde radical con sus hinchas más violentos o, como siempre ha ocurrido, se limitará a hacer simples llamados a la calma? ¿Es pura cobardía o existen otras razones por las que no quieren enfrentar a sus barristas extremos?
Tres. En “Soccernomics”, el estupendo libro de Simon Kuper y Stefan Szymanski que intenta dar una explicación económica al planeta fútbol, dan cuenta de la versión de un conocido suyo que quiso hacer negocios con un club británico: “Puedo hacer negocios con gente estúpida, y también con granujas. Pero no puedo hacerlo con gente estúpida que pretende ir de granuja”.
Para los autores, el fútbol no es un negocio: los entrenadores y jugadores son elegidos por razones emocionales, y se suelen hacer estupideces como gastar más de lo que se tiene. Pese a ello, los clubes nunca desaparecen. O si lo hacen se refundan. Por eso, aunque aparenten lo contrario, dirigentes e hinchas hacen lo posible para aniquilarlos destruyendo sus finanzas, apropiándose de su dinero o generando violencia. Cualquier organización del tamaño de Alianza o Universitario, con la deuda que ambos tienen (más de 300 millones de soles), hubiese desaparecido. Pensar en eso en el Perú habría sido causal de excomunión.
Epílogo. Como en las telenovelas, estas historias se repiten una y otra vez. Los personajes cambian de nombre, pero la trama se mantiene inalterable. Es que son eso: relatos de una vida salvaje.