Siempre me llamó la atención cómo un partido que se autoproclama histórico tenga un himno copiado. Sus militantes lo cantan con orgullo, emoción, devoción e hinchando el pecho.
Pero “La Marseillaise” (la original) fue escrita por Claude-Joseph Rouget de Lisle en 1792 y se convirtió en el himno nacional francés en 1795. Su música tiene un inusitado poder para emular sentimientos patrióticos y revolucionarios. No sé de música, pero mi impresión es que combina un tono marcial con un ánimo juvenil revolucionario. Es una melodía que sin duda contagia e inspira a la acción y cohesión colectiva. Se dice que es el himno más hermoso del mundo. Este efecto llevó a Napoleón Bonaparte a decir: “Esta música nos ahorrará muchos cañones”.
“La Marsellesa aprista” es la misma melodía pero con otra letra. No es original. No voy a entrar a discutir si es un plagio. Han pasado suficientes años desde la muerte de Rouget de Lisle como para que no exista protección de derechos económicos de autor, pero dejo a los especialistas explicar si se han violado sus derechos morales.
Por eso no entiendo por qué a la gente le sorprende tanto que en el plan de gobierno aprista hayan saltado, como sapos en olla de agua hirviendo, importantes pasajes plagiados, sin referencia a las fuentes de las que se tomaron.
En política copiar no es un delito. Puede ser hasta una virtud. Parece buena idea tomar políticas que han funcionado en otros lugares y replicarlas. El problema no es emular lo que otros han propuesto. El problema es la falta de honestidad al proponer como propio lo que otros han escrito.
¿Por qué el que muchos dicen es el único verdadero partido del país no puede tener un himno original ni un plan de gobierno sin plagios?
¿Qué es el Apra? Sinceramente no lo sé. Nunca he podido entender la doctrina de Víctor Raúl Haya de la Torre que tanto enorgullece a los apristas. Más que una doctrina parece una especie de mazamorra que mezcla cosas muy distintas, muchas veces sin ton ni son. Uno de esos tantos esfuerzos eclécticos y fallidos de no ser ni de derecha ni de izquierda sino todo lo contrario.
Necesita del capitalismo, pero requiere un Estado antiimperialista latinoamericano. Llega a decir que la llegada del capitalismo es buena porque trae capital, pero es mala porque trae dependencia. Parece escrita con la técnica ambigua de los horóscopos, que hacen que uno crea que cualquier cosa que le pase en el día estaba explicada en el parrafito que uno lee en el periódico por la mañana.
El Apra ha gobernado dos veces este país. En ambos el mismo presidente (Alan García) proclamó que estaba actuando en base a la doctrina de Víctor Raúl. En uno cerró la economía y aplicó la sustitución de exportaciones, en el otro apoyó los tratados de libre comercio, en especial con Estados Unidos. En uno pretendió estatizar la banca y en el otro fomentó la inversión privada. En uno controló los precios y en el otro los dejó libres. En uno se negó a pagar las deudas del país y en otro propuso que el país debía cumplir sus compromisos.
Si esa es la doctrina del Apra, los gobiernos de Chávez y Maduro son tan apristas como los gobiernos chilenos de las últimas tres décadas.
Lo que creo es que, en realidad, el Apra no existe. No hay tal cosa como una doctrina original e innovadora que cohesione a sus integrantes. El Apra es una organización oportunista y no principista. Lo que ha existido siempre es un caudillo (en el pasado Haya de la Torre y hoy Alan García) que aglomera tras el signo de una estrella roja un conjunto de ideas no muy consistentes y que pueden cambiar según la coyuntura o los intereses políticos.
Y es que así suena el cuestionado plan de gobierno. Ya no se sabe si es plan de gobierno, documento de trabajo, hoja de ruta, borrador o álbum de figuritas. Es en realidad un conjunto de formulaciones suficientemente abstractas como para sustentar cualquier cosa.