Mario Ghibellini

El actor ha fallecido esta semana y, a pesar de que llevaba ya un buen tiempo lejos de las pantallas y las tablas, su desaparición ha causado una gran conmoción. Una conmoción que, curiosamente, comprende tanto a los que alguna vez lo vieron en escena como a los que no. Sin duda ello se debe a la calidad de su trabajo artístico, pero es evidente que hay algo más. De otro modo, no se explicaría que hasta jóvenes que solo supieron de sus performances histriónicas por el relato de terceros estén tocados por lo ocurrido. La razón, por cierto, no es misteriosa. Está claramente relacionada, nos parece, con las dimensiones arquetípicas del personaje que él creó para una rutina cómica que durante una década animó la noche de los sábados de muchos peruanos: el inolvidable””.

Maltratado eternamente por su jefe, pero consciente de las ventajas que puede obtener sometiéndose a él, Felpudini es un sobón irredento. Haciendo honor a su apellido, es capaz de tenderse en el suelo para que don “Federico Lanzarote” () lo pisotee; y las tímidas revanchas que se cobra las consigue sometiéndose y pasándole la franela a un personaje aún más tiránico que él: su esposa. Formado en el arte dramático, Carrión construyó un personaje inspirado probablemente en la tradición de la comedia griega tardía y la latina, en las que, a diferencia de lo que sucedía en las piezas de Aristófanes (446 a.C.), los escarnecidos no eran individuos de carne y hueso, sino personas-tipo que el público podía identificar con alguien que conocía: el anciano cornudo, el soldado fanfarrón, la solterona chismosa, etc. “Felpudini”, en ese sentido, es un personaje universal... y, sin embargo, al mismo tiempo, profundamente local.

El arquetipo Felpudini, por Mario Ghibellini (ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
El arquetipo Felpudini, por Mario Ghibellini (ilustración: Víctor Aguilar Rúa)

–Esplendor de Piquichones–

Hay, en efecto, en la vocación de adulón impúdico y servil del hombrecillo encarnado por Carrión una nota que hace vibrar el alma nacional. De ahí que el arquetipo haya encontrado, con ligeras variantes, otras manifestaciones exitosas en el humor criollo. El “Piquichón” de “Camotillo” y el “Machuca’o” de “Papá Chuiman” son muestras elocuentes de lo que decimos. En ellos, el de antes y el de ahora reconocen rasgos que han detectado ya en algún prójimo de supuestos prestigio y autoridad –sin esos ingredientes, la burla no funciona– y, en consecuencia, entienden la caricatura y ríen.

Ahora bien, las figuras de presunto prestigio y autoridad son comunes en la escuela y el trabajo (por eso resulta tan rendidor hacer sorna de profesores y subgerentes altaneros), pero en ningún contexto brotan de modo tan feraz como en la . La aspiración de poder o su ejercicio hace de muchos compatriotas dedicados a ella seres ridículos. Auténticos soberanos de pacotilla... escoltados siempre, por supuesto, por obsequiosas cuadrillas de “Felpudinis”. ¿No rodea acaso a la actual gobernante un esplendor de “Piquichones”? ¿No tuvo el golpista de franeleros a discreción que andaban tras el premierato? ¿No es posible, por último, identificar a alguno de ellos haciendo cola para intentar repetir el plato con ? Y hay que decir que lo mismo sucede en partidos y movimientos de toda laya, donde los “líderes naturales” cuentan siempre con fulanos dispuestos a cantar sus alabanzas, sin importar si tienen problemas con la justicia o cierta propensión al plagio. Alguien que sepa de escobillones debería limpiar la política nacional de ese flagelo y desde esta pequeña columna proponemos humildemente para ello al equipo multipartidario que aparece en la ilustración que la acompaña. Debemos confesar, no obstante, que guardamos reservas sobre las probabilidades de éxito de semejante empeño, porque el buen Rodolfo Carrión nos habrá dejado, pero “Felpudini” es inmortal.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es Periodista