FRANCISCO MIRÓ QUESADA RADA
Los problemas son de diversa índole y ante ellos tenemos dos posibilidades: o los enfrentamos o dejamos que pasen. Pero plantear un problema implica hacer una propuesta a otro para confrontarlo e intentar darle una solución. Eso fue lo que hizo el embajador Manuel Rodríguez Cuadros cuando fue canciller. Precisamente el 19 de julio del 2004 inició el proceso que ha concluido en La Haya cuando solicitó formalmente, por medio de una nota diplomática enviada a la canciller chilena de entonces Soledad Alvear, las negociaciones entre el Perú y Chile para delimitar la frontera marítima.
Si Rodríguez Cuadros no hubiera planteado este problema, quizá todavía a estas alturas la irregular situación marítima en nuestros límites con Chile hubiese continuado. Para utilizar un término muy castizo y que recuerda al famoso duque de Alba, con sus tercios, “puso una pica en Flandes”, pero fue la pica en Flandes, según el derecho, entonces pacífica. Flandes pertenece ahora a Bélgica.
“Poner una pica en Flandes” no es cosa fácil, se requiere coraje y determinación frente a una situación dada en donde la otra parte quiere mantener un statu quo, al que considera como normal e inamovible. Es como decir lo que tú a lo largo de una vida creíste que es verdadero y que las cosas son como son, en el fondo, es falso y en consecuencia como tengo otra lógica y una visión distinta a la tuya vamos a ponernos de acuerdo para encontrarle una solución que satisfaga a ambas partes. Y si esto no es posible, recurriremos a un tercero, vale decir al tribunal internacional de La Haya, para que, luego de escuchar nuestros argumentos, resuelva a su real saber y entender y fije definitivamente la línea fronteriza como recientemente lo ha hecho.
En la nota que Rodríguez Cuadros envía a su par chilena se indica que, a la fecha (se refiere al 19 de julio del 2004), tanto el Perú como Chile no han celebrado, según las reglas del derecho internacional, un tratado de delimitación marítima. “No existe límite marítimo entre los dos países”, dice el entonces canciller y añade que consideraciones de la mayor importancia en la relación bilateral “me llevan a proponer formalmente a vuestra excelencia el inicio, a la brevedad posible, de negociaciones bilaterales para resolver esta controversia”. Al final del texto, Rodríguez Cuadros precisa que estas negociaciones deben concluir en un tratado específico sobre esta materia y logra obtener una declaración del gobierno chileno admitiendo que la controversia existe y es bilateral.
Posteriormente, durante el gobierno de Alan García y siendo canciller José Antonio García Belaunde, el Perú presentó al tribunal de La Haya la demanda formal.
He podido cotejar el fallo del tribunal con dos obras de Manuel Rodríguez Cuadros –“Delimitación marítima con equidad: el caso Perú y Chile” (2007) y “Soberanía marítima del Perú: la controversia entre Perú y Chile” (2010)– y muchos de los argumentos que en esas obras esgrime el diplomático se ven reflejados en dicho fallo. Lo que quiere decir que esta “pica en Flandes” vino por partida doble: en la propuesta y en la argumentación.
La decisión de Rodríguez Cuadros marcó el origen de un proceso que desde su inicio fue una política de Estado. Proceso acertado y eficazmente conducido por nuestro agente en La Haya, el embajador Allan Wagner, que contó con un excelente equipo de apoyo diplomático, asesores y juristas. Además se demostró que no todo es por la razón o por la fuerza, sino a través del derecho. Este, a decir de Cicerón, es la máxima expresión de la razón, pero también garantía para la paz.