La ruleta del crecimiento, por Roberto Abusada Salah
La ruleta del crecimiento, por Roberto Abusada Salah
Roberto Abusada Salah

Como pocas veces antes, el año pasado las expectativas de crecimiento se vieron frustradas por un amplio margen. Mes a mes vimos a autoridades y analistas económicos rebajando sus estimados para el 2014 desde un 6% hasta la mitad. Es normal que las proyecciones tengan márgenes de error, más aun en el Perú, donde la aparición inesperada de un o alguna torpeza política pueden restar un punto porcentual a cualquier pronóstico. Sin embargo, no mediando una catástrofe natural o una guerra, sorprende un caso como el del año pasado, en que el resultado final fue 60% inferior al pronóstico inicial. Tal margen de error es casi una incitación a sustituir la ciencia económica por la ruleta. 

Recién iniciado el año vimos que el 5,5% o 5,7% de crecimiento que se anunciaba para el 2015 ha sido rebajado a 4,8% por el , o como dice el ministro de Economía y Finanzas (desechando ya inútiles decimales) a “más del 4%”. Esto, aunado a la inconveniente proclividad de los medios de comunicación a darle tanta importancia a la publicación del dato de cada mes en lugar de concentrarse en mediciones trimestrales, ha generado un inconveniente nivel de incertidumbre.

Quizá la manera más sensata de aproximarnos a lo que será el crecimiento del Perú en este año sea la de recapacitar acerca del actual potencial de crecimiento. Este potencial pudo haber alcanzado el 7% a mediados de la década pasada debido a la maduración de las reformas de la década de 1990, y todas las ventajas que trajeron la estabilidad monetaria, el fin del terrorismo y el “ponernos al día” luego de décadas de estancamiento. Ello permitió el enorme crecimiento de la productividad en toda la economía. El retraso también demoró el surgimiento de la clase media para dar paso recién entonces al desarrollo de los nuevos servicios que esta demandaba. 

Pero ese alto nivel de crecimiento de la productividad no es sostenible sin reformas económicas constantes y una elevación permanente de la calidad de nuestras instituciones. Esto significa que el potencial para seguir creciendo es hoy menor.

El potencial de crecimiento no es un dato observable, sino que se calcula con diversas técnicas estadísticas. El Banco Central calcula que el crecimiento potencial del país es del orden de 5,3%, inferior al de hace pocos años, en que lo situaba en alrededor de 6,5%. Sin embargo, es probable que nuestro potencial esté hoy más cercano al 4% si juzgamos el deterioro de la gerencia pública que ha acarreado el apresurado proceso de regionalización, la insuficiente infraestructura, el empobrecimiento de nuestras instituciones, la proliferación de las trabas burocráticas y la corrupción. Ciertamente, es posible crecer más de 4% en algún año, pero ningún país puede crecer sostenidamente por encima de su potencial. Lo que se requiere es elevar el potencial. Es, pues, ese 4% al que debemos aspirar por ahora; y en la medida en que nuestro inmovilismo y complacencia perduren ese potencial seguirá bajando. Miremos si no a Brasil, donde la incapacidad burocrática, la falta de reformas, el populismo y la corrupción han hecho caer su potencial a 1%, tasa equivalente al crecimiento anual de su población, es decir, cero crecimiento de su

Una gran ventaja que tiene el Perú es su envidiable fortaleza macroeconómica, su insignificante deuda pública neta, sus enormes reservas internacionales, sus fuentes de energía barata y una población joven que representa un bono demográfico magnífico. Por otro lado, su gerencia pública, sus instituciones fundamentales, la calidad de sus sistemas de salud, educación y justicia dejan mucho que desear.

¿Qué hacer, entonces? El Perú debe aprovechar su actual solidez macroeconómica y empezar sin demora a acrecentar su potencial de crecimiento identificando las pocas áreas donde exista la mejor gerencia y capacidad de gasto eficiente, y asignar sin restricciones todos los recursos allí donde se pueda probar fehacientemente que se gastarán bien. Un área obvia por donde empezar es en la educación. Allí existe un líder con una visión integral de nuestras necesidades, y que puede avanzar en todos los aspectos del problema educativo peruano. Claramente, aun con la mejor gerencia, no todo es cuestión de dinero. Pero argumentar restricciones presupuestales para estos casos es simplemente insensato. Por último, en un presupuesto público que ha crecido 50% en solo cinco años, nuestro competente viceministro de Hacienda podrá encontrar abundante grasa que eliminar.