El problema es de Sabina, nos decía la versión en línea de este Diario, es su belleza. “La voleibolista cuya belleza es un problema” titulaban en la página web y, sin darse cuenta, se convertían súbitamente en parte del problema. No de Sabina, sino de los medios, de la sociedad en general, con las mujeres, con la apariencia de las mujeres.
Pero empecemos por el principio. Sabina Altynbekova es una voleibolista de 17 años, integrante de la selección de Kazajistán. Su equipo ocupó el séptimo lugar en el Campeonato Asiático Sub 19 que se clausuró el 27 de julio pasado en Taipéi, Taiwán.
Fue aparentemente en el marco de ese torneo que Sabina empezó a resultar problemática. No por belicosa, no por juerguera, ni por inepta. Sino por linda. Ya mucho ya, habrían llegado a comentar los periodistas locales, incapaces de seguir trabajando como profesionales que supuestamente son porque la belleza de una posadolescente los había deslumbrado. Y les impedía hablar de otra cosa, y los obligaba a poncharla y fotografiarla compulsiva, obsesiva, malsanamente, incomodando, de paso, a sus compañeras de equipo, a las que nadie se dignó ni a saludar por culpa, claro, de Sabina. No de los calenturientos, amarillistas y facilistas encargados de la cobertura del evento. No. El problema es ella. Ellos son sus víctimas.
Como fue víctima el troyano Paris, de otra torva belleza, aunque solo mitológica esta vez: la irresistible Elena, que a punta de purita malicia estética lo obligó a raptarla y, como quien no quiere la cosa, desencadenar una feroz guerra.
No, si a este paso también podrán declararse víctimas de las tiernas colegialas, los enfermos que se les soban en los micros; o de las ricotonas peruanas, los patanes que nos gritan cochinadas en la calle.
Pero volvamos al problema llamado Sabina. En realidad, no es uno, sino varios problemas, y no tienen nada que ver con la linda Sabina. A saber, una menor de edad, una deportista profesional, una niña bonita que merecía ser tratada como todo eso. Con admiración si quieren, pero con respeto de todas maneras.
Uno de los problemas, en todo caso el problema que da origen a este texto, es la mirada de la prensa sobre las mujeres. Es un problema que los periodistas solo miren la paja del acoso callejero y no sean capaces de mirar la viga del acoso mediático en su propia chamba.