María Paula Regalado

La película de la que todo el mundo está hablando no se ha estrenado en cines en nuestro país, pero seguramente ya sabes de cuál se trata por el impacto que ha generado en las redes sociales. lanzó, hace no mucho, una de sus mejores producciones del año que pasó. “” ya se ha metido en la lista de las nominadas para esta temporada de premios –por ahora en los Golden Globes, aunque sin éxito, en las categorías de mejor actor principal y mejor actriz de reparto– y esta es la señal para que vayas a verla.

A pesar de su estilo muy ‘eat the rich’ como ya hemos visto previamente en cintas nominadas en años pasados –como “Triangle of Sadness”, “Knives Out” o “The Menu”–, “Saltburn” no busca ser una crítica social acerca de la lucha de clases –aunque nos dé chispazos de ello–. Oliver, y lo descubriremos hacia la mitad de la cinta, no pertenece a una clase social baja, pues sus padres viven en perfectas condiciones económicas y, por supuesto, no viene de una familia disfuncional ni mucho menos criminal. Veremos cómo sus mentiras sencillamente –o eso parece– buscan conquistar la atención de Felix, el millonario más solicitado de Oxford y, poco a poco, como un parásito –o un vampiro chupasangre, literalmente–, lograr vivir a expensas de él –o, más bien, ser él–. Oliver no pertenece a una clase socioeconómica baja, pero muere por infiltrarse en la aristocrática familia Catton, un mundo al que claramente no pertenece, pero donde es recibido con brazos abiertos. Esta comparación se retrata mejor en Farleigh, por ejemplo, un joven desamparado por su familia nuclear pero que, gracias a la generosidad de Elspeth y sir James, termina formando parte del nivel más alto en la jerarquía. Así lo menciona en un diálogo con Oliver: “Esto, para ti, es un sueño, unas vacaciones…para mí, es mi casa”.

En el fondo, y aquí hay un debate muy marcado sobre la profundidad del film, “Saltburn” va sobre los límites del ser humano, sobre hasta dónde está dispuesto a llegar para pertenecer o llegar a ser, sobre una admiración enfermiza que se construye de la manera más oscura y turbia.

Hay quienes comparan “Saltburn” con la obra de finales de los 90, “The talented Mr. Ripley”, por el tono morboso y obsesivo de su protagonista. De cualquier forma, más allá de las similitudes y de la evidente perturbación que sufre Oliver Quick, la cinta pretende reflejar también, a mi parecer, la frialdad –que hasta llega a resultar risible y quizás por eso resulta en una comedia negra– con la que una familia preocupada solo por las apariencias maneja distintas situaciones que podrían mostrarlos vulnerables. Tengo aún tatuada en el cerebro la crudeza en la icónica respuesta que Elspeth (Rosamund Pike), sin derramar una sola lágrima, le da a su marido cuando encuentra el cadáver de su hijo: “Vamos adentro, es hora de almorzar”. Y, por supuesto, cuando comunica la inesperada muerte de su íntima amiga, Pamela: “Ella haría cualquier cosa por llamar la atención”.

Si tuviera que describirla en una palabra, diría que “Saltburn” es una película inquietante. Desde circunstancias absolutamente bizarras que involucran elementos tan cotidianos como una tina de baño, hasta escenarios más emocionales como un velorio y la sexualización de la tumba en un cementerio, cada detalle perfectamente cuidado toca una fibra diferente en quien vea la película. Emociones y sensaciones son lo que sobra.

El guion, más allá de los brillantes y acertados diálogos –como el desgarrador discurso que Venetia le recita en la bañera a Oliver después de enterrar a su hermano–, tiene la capacidad de “engañar” al espectador, haciéndole creer que, al inicio, encontrará un profundo romance entre dos amigos en una ciudad elegantísima de Inglaterra cuando, de pronto, una serie de sucesos bastante perturbadores comienza a desatarse. Todo alrededor de la construcción de los personajes, de la historia y de la producción audiovisual, demuestra un trabajo minucioso por parte de su directora, la galardonada Emerald Fennell (reconocida en la temporada de premios del 2021 por Promising Young Woman) y todo el equipo detrás.

Pero, sin duda alguna, nada de esto funcionaría sin la innegable química entre los actores que conforman el elenco, principalmente sus protagonistas (Oliver Quick) y (Felix Catton) quien, además, en una reciente entrevista, reveló haber sugerido a Keoghan para el papel, dos nombres bastante comentados desde hace algún tiempo ya en la industria cinematográfica y las ceremonias de premiación.

La vi dos veces en la misma semana y podría irme por una terca o cuarta. “Saltburn” ya se instaló como una de mis nuevas películas favoritas y, a juzgar por el lado cinéfilo de Internet, ha logrado su objetivo: turbar –pero fascinar– las mentes de quienes disfrutamos una extraña obra de arte.

María Paula Regalado es Redactora de Opinión