La ausencia de vacunas para el COVID-19 llevó a los países a la única respuesta social y políticamente viable: el confinamiento social obligatorio y la consecuente recesión económica. Hacer lo que sea necesario para salvar vidas y empleos se convirtió en el único objetivo de las políticas sanitarias y económicas de los gobiernos en todo el orbe.
Casi no hay país en el mundo que no se haya visto afectado por la pandemia. Con miles de enfermos y fallecidos, y con afectaciones al crecimiento económico. Sin embargo, hay países que lo han hecho relativamente mejor (o peor) que otros.
PARA SUSCRIPTORES: El Perú y la peste de Atenas, por Diego Macera
A finales de julio, las muertes por COVID-19 por millón de personas –reportadas por los ministerios de salud de los países– muestran al Perú en el primer decil mundial. Y estamos por pasar a España e Italia. Mientras que las estimaciones de caídas de la actividad económica para el 2020 también nos sitúan en el primer decil mundial. Ambos guarismos nos colocan en una de las peores posiciones relativas de la Tierra.
Desde el principio, se sabía que la tarea sería muy difícil. Nuestro país cuenta con un sistema de salud precario –incluso en comparación con sus pares regionales– y con una elevada fuerza laboral de independientes y dependientes informales (que no es lo mismo, pero que, en términos de precariedad de ingresos, es casi igual). Pero aun así, no tenemos el peor sistema de salud del mundo, ni somos los más informales.
Al margen de estos condicionantes “estructurales”, la gestión mostró muchos flancos débiles. Fallecidos y recesión económica íbamos a tener de seguro. Pero no estábamos condenados desde el día 1 a estar entre los de peor desempeño mundial.
El diseño mismo del cierre de actividades formales fue muy amplio y duradero. La caída del PBI en el segundo trimestre no tiene parangón internacional.
El bono genérico “Quédate en casa” cubría una canasta familiar alimenticia para solo cuatro semanas, cuando el confinamiento obligatorio duró casi 16 semanas. Muchas familias no tienen los activos ni el acceso al crédito para soportar casi tres meses sin generar ingresos corrientes. Estas fueron las primeras en romper la cuarentena. Las palabras ‘CTS’ y ‘AFP’ son ajenas para el 70% de los trabajadores.
El programa Reactiva 1 se demoró varias semanas entre su concepción y el primer crédito otorgado. El programa Reactiva 2 será desembolsado en agosto. En períodos de caídas tan agudas de ventas, cada semana cuenta para salvar miles de empresas y evitar la destrucción de más tejido productivo.
La aprobación de las “suspensiones perfectas” ha demorado tanto que se han convertido en una bola de nieve. Su rechazo puede llevar a ceses colectivos y/o a indeseables liquidaciones de empresas. Es una ilusión contable (y un sesgo cognitivo) pensar que el empresario es el que paga el salario del trabajador. Es el consumidor el que le paga al trabajador, a través de la empresa.
A juzgar por las muertes por falta de oxígeno (ya no digamos por la falta de camas UCI), el Estado Peruano falló mucho. Luego de casi 4,5 meses de estado de emergencia sanitaria (que supuestamente facilita la acción estatal) no tendríamos que haber visto la desgarradora escena de la señora Capira corriendo tras un Estado que –metafóricamente– le dio la espalda.
Con los resultados de la pandemia y la recesión en proceso, el Ejecutivo no tiene otro mandato que seguir salvando vidas y empleos. Esto es, contener el virus en medio del reinicio de las actividades; relanzar la inversión privada dirigida al mercado internacional (la otra es casi imposible por ahora y hasta entrado el nuevo Gobierno); acompañar el proceso con inversión pública; e iniciar la vacunación masiva, ojalá antes del cambio de mando.
No nos debería extrañar que el Ejecutivo gire un poco. Después de todo, fue elegido dentro de una plancha y una agrupación política de un determinado espectro ideológico. Lo extraño, más bien, ha sido lo ocurrido durante la pandemia. Ahora le queda reconstruir la relación con el sector privado.
Al Legislativo le corresponde terminar de dar las normas para mejorar el sistema político y fiscalizar constructivamente el cumplimiento de las tareas del Ejecutivo. Y como la reforma política no se agota con las normas electorales, un tema adicional sería discutir la reforma de la regionalización y la descentralización.
Ese sería el mejor legado de la efímera existencia de esta representación nacional. Abstenerse de legislar en contra del país y las grandes mayorías exige un esfuerzo de autocontrol. A veces, el Congreso se convierte en la principal fuente de riesgo para la marcha de la economía.
Para bien (o para mal) ambos poderes serán una suerte de patos rengos desde enero, cuando los principales candidatos asomen en las encuestas. Quedan doce meses para aguantar hasta la vacunación general y lo que el pueblo peruano decida para el bicentenario.
En solo seis meses, el COVID-19 ha afectado al mundo como nada comparable en los últimos 100 años. Si las diversas vacunas que se encuentran en proceso de prueba resultan efectivas, esta afectación habrá sido corta pero vertiginosa. Sin embargo, puede dejar una estela de destrucción en países emergentes con democracias débiles. En algunos, el crecimiento será muy bajo durante varios años, y habrá problemas persistentes de empleo. En otros, aparecerán crisis fiscales y una inflación alta. Y en otros tantos, pueden asomar gobiernos más populistas, autoritarios y estatistas. O una combinación de todas las anteriores.