"El estudio arqueológico que hoy apreciamos es el resultado de 40 años de investigación en Cajamarca".
"El estudio arqueológico que hoy apreciamos es el resultado de 40 años de investigación en Cajamarca".
Luis Millones

No es fácil indagar acerca de una religión prehistórica. Vivimos en una modernidad que olvida velozmente, conscientes de que incluso los instrumentos más cercanos serán obsoletos antes de que terminemos de mirarlos. Sin embargo, nuestros ancestros confiaron en la captura de espacios privilegiados para depositar el testimonio de su fe. Un buen grupo de ellos tomó como base el cerro La Copa, en el asentamiento humano que hoy se llama Kuntur Wasi, no lejos de San Pablo, uno de los cuatro distritos que forman la provincia del mismo nombre, en la región Cajamarca.

Muros, terrazas, escaleras y monolitos de piedra nos hablan de la importancia ceremonial que pudo tener este lugar como centro de una gran plaza hundida a través de la que cruza el eje principal de Kuntur Wasi. Esto sucedió entre el 800 y el 550 a.C.

El estudio arqueológico que hoy apreciamos es el resultado de 40 años de investigación en Cajamarca, que llevó a cabo la Misión Arqueológica Japonesa, dirigida por Yoshio Onuki y Yasutake Kato, y sus discípulos, durante 12 temporadas. Su momento más especial fue la inauguración del Museo de Kuntur Wasi, un 7 de setiembre, hace 25 años.

Su importancia, sin embargo, fue descubierta en el ahora lejano 1946. En dicha época, el Dr. Julio C. Tello recibió la noticia de la existencia de monolitos de piedra en la cercanía de San Pablo. Decidió entonces enviar a un equipo de arqueólogos del Museo Nacional de Antropología y Arqueología de Lima para realizar las primeras excavaciones. Los resultados de dicho trabajo se conocieron dos años más tarde, gracias a las publicaciones de Rebeca Carrión Cachot, que describió los monolitos y la cerámica, dando noticias de las tumbas con personajes que –hoy se presume– fueron traídos para dar inicio a la construcción de la plataforma central.

Ahora sabemos que las siete tumbas provienen de entierros casi simultáneos y que cada difunto –solo uno de ellos era mujer– estaba acompañado de ofrendas que hoy se exhiben en el museo. Todas las excavaciones realizadas en Kuntur Wasi y en el otro gran centro de investigación de Pacopampa (distrito de Querocoto, provincia de Chota, también en Cajamarca) están en exposición en el centro de la capital del departamento. Los trabajos arqueológicos de un nuevo equipo japonés, perteneciente al Museo Nacional de Etnología de Osaka (Minpaki), dirigidos por Yuji Seki y Daniel Morales, dieron también resultados importantes que se conocieron con los nombres de Dama de Pacopampa (2009) y la Tumba de Sacerdotes Serpiente-Jaguar (2015), a los que se añade el hallazgo de orejeras, pendientes y dijes de oro y plata.

La presencia de las tumbas en Kuntur Wasi –especialmente de las primeras cuatro descubiertas– sugiere que se trata de entierros secundarios; es decir, que un grupo de personas regresó al lugar o llegó desde la costa con sus fardos funerarios para depositarlos en espacios subterráneos ya preparados. No es una actividad desconocida en la historia de las religiones, tampoco es esta la primera cultura que considera que el cuerpo “santificado” de uno de sus miembros otorgará o elevará el nivel de potencia sobrenatural de su nuevo domicilio. Los estudiosos de este período (denominado técnicamente Formativo) han intentado relacionar esta presencia novedosa de cuerpos llegados posiblemente de la costa con alguna catástrofe –un Niño-Oscilación del Sur (ENSO, en inglés) o un fenómeno de El Niño de inusitada violencia– sin lograr el consenso entre los arqueólogos.

En el mundo europeo, sin embargo, el viaje de osamentas como reliquias –e incluso de huesos sueltos u objetos que hubieran tenido contacto con personas o situaciones consideradas sagradas– no era solo importante, sino que participaba en el mercado con precios que crecían dependiendo de la santidad atribuida. No es ninguna novedad, por ejemplo, que Felipe II, rey de España y las Indias, tenía en su dormitorio una buena cantidad de huesos consagrados que hubiesen reposado más tranquilos en cualquier cementerio.

La necesidad del hijo de Carlos V no hacía sino repetir la urgencia de milagros en la vida cotidiana de los seres humanos. Para los creyentes, el doble entierro del apóstol Santiago (en Jerusalén y en Santiago de Compostela) hizo posible la reconquista española y la invasión colonial de América. Para los fieles de Kuntur Wasi, el cuerpo del discípulo de Cristo no hizo nada sorprendente.

Volviendo a Cajamarca, hay que resaltar la potencia del mensaje sagrado. A pesar de su lejanía respecto de la era incaica, los estudios japoneses encontraron ofrendas de esa época (1350-1532) de oro y plata, pequeñas pero significativas. Una figura femenina no más grande que un dedo humano, pero cuidadosamente diseñada, dos diminutos tupus y una aguja. En la fecha en que estas ofrendas fueron depositadas, los edificios debieron estar en ruinas; aunque la fe o se mantenía o había renacido. No son lejanos los restos del Qhapaq Ñan que pasa por Cajamarca, lo que nos indica que los santuarios tan remotos seguían siendo accesibles para los fieles.

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