La epidemia ha causado, hasta el viernes, 11.500 muertes, según la contabilidad oficial. Estamos en el puesto 5 a nivel mundial en número de contagios.
Uno imagina al Gobierno concentrado en las políticas de salud pública. Uno pensaría que las autoridades imaginan cómo evitar eso que algunos llaman “rebrote”.
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Hay que evitar, a toda costa, que la caída de la tasa de contagios se frene o, peor, se revierta, debido al desconfinamiento. A la vez, hay que acelerar las reaperturas selectivas y “bioseguras”.
El desafío es difícil, muy difícil. Por eso uno imagina al Gobierno y a todas las autoridades enfocadas en sus tareas. Reapertura económica y seguridad epidemiológica. Ninguno sin el otro.
Es casi como hallar la cuadratura del círculo, pero ese debe ser el esfuerzo. No hay tiempo.
A pesar de la situación, el Gobierno distrae su atención en temas de política menuda.
El presidente planteó hacer un referéndum para una reforma constitucional sobre la inmunidad parlamentaria el domingo pasado. ¡Cuánta dedicación a atender las necesidades de la población!
Vizcarra tenía en abril un 82% de aprobación, según Datum. En mayo 76% y en junio 65%. El 52% de las pequeñas empresas aprobaron su gestión en esa última encuesta.
La necesidad de plantear la eliminación de la inmunidad parlamentaria no parece venir de un seguimiento meticuloso y detallado de los acuciantes problemas de salud pública. Parece venir, más bien, de la necesidad de recuperarse en las encuestas.
Tal como la anunció, la iniciativa de consulta de reforma constitucional es gruesa, improvisada y constitucionalmente perturbadora.
El presidente ha dicho que su preocupación es el equilibrio de poderes. Si fuera así, habría propuesto cambios en la inmunidad parlamentaria. Propone, sin embargo, “mantener o eliminar” esta institución.
Dejar a los parlamentarios del futuro sin protección para el ejercicio de sus funciones perturba el equilibrio de poderes. Es necesaria una reforma del mecanismo, no una eliminación cruda y demagógica.
Como ha dicho la congresista Mirtha Vásquez, del Frente Amplio, la inmunidad es “una garantía para poder actuar en independencia” (“La República”, 3.7.20). Por eso existe en todo el mundo civilizado.
El presidente Vizcarra bien podría haber pensado en una reforma de la inmunidad y sus mecanismos. Propuso, sin embargo, cortar de tajo toda protección para quienes deben fiscalizar al Ejecutivo y legislar con independencia.
Lo que le interesaba al presidente no era la reforma o la inmunidad, menos el equilibrio de poderes. Le interesaba la confrontación con el Congreso. La logró y ahora puede esperar tranquilo el resultado en la próxima encuesta.
Ya hizo sus escenarios sobre política, poderes del Estado, estados de opinión pública. Ahora, el jefe del Estado podrá volver a ocuparse de la epidemia. Podrá volver a hacer escenarios sobre provisión de oxígeno, medicinas y camas UCI.
Bueno, para eso están los ministros, se dirá. Hay división del trabajo, se supone. Claro, pero también para la reforma de la Constitución hay congresistas. Y también debe haber división del trabajo con el Legislativo.
El presidente debería enfocarse, por ejemplo, en las campañas de difusión sobre las medidas de protección sanitaria.
Él tuvo una buena intervención cuando comparó las probabilidades de contagio con y sin mascarilla. Dos personas que usan mascarilla tienen una probabilidad de contagio del 1,5%. Si ninguna usa, la probabilidad es de 90%.
No he visto ninguna campaña sobre lo que explicó el presidente. Y es vital para esta fase de desconfinamiento. No basta con decirlo en una alocución de más de una hora.
Una campaña de difusión de medidas de protección es vital para evitar un alza en la tasa de contagio. Si el alza (el “rebrote”) ocurre, nos arriesgamos a un nuevo cierre de la economía. Ese cierre nos colocaría en un escenario de gran desastre nacional.
No hay un dilema de salud o economía. La salud solo se puede atender con recursos económicos. Sin recursos económicos, no hay salud.
Desconfinamiento no debe ser “sálvese quien pueda”, sino “sálvese con la información correcta”. El Gobierno tiene en esto una tarea. Ojalá pudiera dejar de lado la preocupación por las encuestas y concentrarse más en la epidemia.