La distancia entre las fantasías del presidente Martín Vizcarra en su mensaje a la nación y la situación del Perú es tan extravagante que muestra cómo un político mediocre pero astuto puede desligarse de la realidad tan absurdamente. La legión de interesados aduladores, incluyendo a un muy importante sector de los medios de comunicación, han contribuido a crear esa atmósfera de irrealidad a su alrededor y él ha terminado creyéndola.
No hubo, por supuesto, ni el más leve asomo de autocrítica en el mensaje de Vizcarra. Al contrario, todo fue autocomplacencia. Precisamente una de las características del liderazgo es el reconocimiento y la rectificación de los errores, pero Vizcarra carece completamente de esa cualidad.
Entre las ofertas fantásticas del presidente destacan la de realizar las líneas 3 y 4 del metro de Lima, cuando ni siquiera puede completar la 2, que marcha a trompicones y con enormes retrasos. También la carretera central, colegios, hospitales, y otros, todo con la modalidad de entrega a un gobierno extranjero para que ejecute la obra.
El portal “Gato Encerrado” ha señalado los peligros de esa manera de realizar obras: “Con este mecanismo de gobierno a gobierno, el gabinete Cateriano busca eliminar el requisito de concurso o licitación y entregar las obras a dedo tal como sucedió y sucede con otros proyectos [...] los Juegos Panamericanos y la Refinería de Talara. Tal como se recuerda el señor Cateriano es un experto en esta modalidad de gobierno a gobierno, porque es justamente la que utilizó en la controvertida compra de un inservible satélite francés y de [24] helicópteros rusos sobrevaluados, cuya investigación reposa en las oficinas de la Fiscal de la Nación Zoraida Ávalos” (29/7/20).
Vizcarra fracasó en la reconstrucción del norte y en el aeropuerto de Chinchero, y entregó las tareas al gobierno británico y al de Corea del Sur. Ahora ha fracasado en la compra de tablets para los escolares, mostrando una vez más su total incompetencia para realizar los cometidos más básicos de la gestión pública. Eso explica que pretenda convertir en habitual lo que pudo ser un procedimiento excepcional para un caso particular.
Si se renuncia a ejecutar las obligaciones más elementales de un Estado, cabe preguntarse si no sería mejor también entregar el Gobierno para que lo gestione algún extranjero. La ocasión del bicentenario de la Independencia es propicia para discutir si convendría retornar a alguna forma de virreinato.
Así, el debate iniciado por Heraclio Bonilla y Karen Spalding en 1972, con ocasión del sesquicentenario, sobre si la Independencia del Perú fue lograda gracias a los ejércitos extranjeros antes que ganada por los peruanos, ya no tendría sentido (ver el debate en Carlos Contreras y Luis Miguel Glave “La independencia del Perú. Conseguida, concedida, concebida”, IEP, 2015). Ahora, en vísperas del bicentenario y por obra de Vizcarra, la nueva discusión sería sobre la posibilidad de un nuevo virrey en el Perú; es decir, si la Independencia fue un gran error que debemos enmendar 200 años después.
Varios países podrían interesarse en gobernar el Perú. Y quizá tendríamos a los antiguos funcionarios de Odebrecht, OAS, etc., regresando para administrar el país.