Los presidentes de México, Brasil, Colombia y Bolivia no se han unido al resto del mundo democrático para condenar explícitamente el ataque de Irán a Israel.
Es más, aunque se autodefinen como “progresistas”, no critican mucho la bárbara discriminación gubernamental contra las mujeres, las niñas y la comunidad gay en Irán.
El Grupo G7 de los países democráticos más desarrollados (Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania, Francia, Italia y Canadá), así como la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos han emitido declaraciones diciendo que “condenan inequívocamente” el ataque de Irán del 14 de abril contra Israel, y expresando su “solidaridad” con Israel.
Sin embargo, los presidentes de México, Brasil, Colombia y Bolivia no condenaron explícitamente el ataque de Irán. En cambio, hicieron declaraciones vagas llamando a la paz, que parecían dirigidas más que nada a evitar una respuesta militar israelí.
La neutralidad de estos presidentes sobre el ataque de Irán, o sobre la invasión de Rusia a Ucrania, aunque algunos de ellos denunciaron esta última en un principio, sienta un precedente peligroso. Si uno se declara neutral ante estas violaciones de la soberanía territorial, ¿no está abriendo el camino para que mañana Rusia invada Polonia o Estados Unidos el norte de México?
Asimismo, es irónico que estos líderes autoproclamados “progresistas”, al igual que los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua, casi nunca hablan de las violaciones de los derechos humanos y civiles en Irán.
El régimen fundamentalista islámico de Irán prohíbe a las mujeres caminar por las calles sin velo, no les permite obtener un pasaporte o salir del país sin el permiso de sus maridos, las obliga a sentarse en la parte trasera de los autobuses y tiene leyes que castigan la homosexualidad con la pena de muerte, según reportó la revista “Time” el 14 de setiembre. Además, las mujeres pueden ser obligadas a casarse a los 9 años, dice el artículo.
Irán dice que su ataque contra Israel fue en represalia por el reciente ataque aéreo de Israel contra un complejo de la embajada iraní en Damasco, Siria, que mató a un alto comandante iraní que asesoraba al ejército terrorista Hezbolá. Irán utiliza desde hace mucho tiempo ejércitos terroristas como Hamas y Hezbolá, que opera en Siria y otros países, para atacar a Israel.
A pesar del terrorismo de Estado de Irán, varios países latinoamericanos han estrechado sus vínculos con el régimen iraní. El año pasado, el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, hizo una visita de cinco días a Venezuela, Nicaragua y Cuba, durante la que firmó “docenas” de acuerdos de cooperación, según la agencia de noticias Al Jazzeera.
También el año pasado, el ministro de Defensa de Irán, Mohammad Reza Ashtiani, firmó un acuerdo de cooperación bilateral con Bolivia que está generando ansiedad en Argentina, el país con la comunidad judía más grande de América Latina.
Altos funcionarios argentinos temen que militares iraníes en Bolivia puedan intentar un ataque como el devastador atentado de 1994 contra el centro comunitario judío AMIA en Buenos Aires, que dejó 85 muertos y 300 heridos. El máximo tribunal penal de Argentina dictaminó el 12 de abril que Irán y su subsidiaria Hezbolá fueron los responsables de ese atentado.
No hay excusas para no condenar explícitamente el ataque de Irán. Y es irónico que algunos que se proclaman “progresistas” avalan, aunque sea tácitamente, a uno de los regímenes más cavernarios del mundo.
–Glosado y editado–.
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