Que Lima es una ciudad con niveles preocupantes de criminalidad es una realidad que no podemos negar y que nos confronta con un problema que requiere soluciones integrales en las que el componente tecnológico es crítico.
Un informe realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) muestra que, en Lima Metropolitana, en el primer trimestre del año, se han registrado al menos 11.852 personas detenidas por cometer diversos delitos; entre ellos, delitos contra el cuerpo y la salud, contra la libertad, contra el patrimonio, contra la seguridad pública, etc.
¿De qué manera puede la digitalización colaborar a volver más segura a una ciudad caótica y desordenada como Lima? Justamente, brindándole lo que carece: orden.
Estando a solo 10 días de elegir al nuevo alcalde de nuestra metrópoli, conviene entender cómo es que el uso de la digitalización puede volver seguro y más vivible a nuestro entorno. Se nos hablará, entonces, de las llamadas “ciudades inteligentes” (‘smart cities’), y aunque todos los aspirantes a la alcaldía de esta ciudad ya han incorporado el término a sus discursos, todavía tengo dudas acerca de qué entienden ellos en concreto al respecto.
No basta con hablar de semáforos o cámaras digitales desplegados por todos los rincones, o de sensores en plazas y veredas. Si bien es cierto, todos estos adminículos son útiles para capturar información relevante, lo vital es saber qué hacer con esa información que termina traduciéndose en datos críticos.
Al respecto, existe evidencia empírica sobre la capacidad de las llamadas “ciudades digitales” para reducir los tiempos de respuesta inmediata ante incidentes entre un 20% y un 30%, disminuir los sucesos criminales entre un 30% y un 40%, y, finalmente, bajar las fatalidades entre un 8% y un 10% (McKinsey, 2018).
En síntesis, la digitalización ofrece ganancias sustanciales en la efectividad para reducir el delito, así como en la mejora de la eficiencia en materia de la labor policial y de emergencias, que nos dan indicios de que la variable tecnología es un ‘must’ en cualquier plan de crecimiento urbano para nuestra metrópolis.
Sin embargo, el uso de esa tecnología requiere priorizar acciones que permitan concentrar esfuerzos a fin de lograr el objetivo trascendente: el orden.
Si pudiera sugerir cómo delinear ese plan de priorización, lo primero que recomendaría a los aspirantes en competencia es crear un espacio –virtual o no– en el que los diversos agentes involucrados no solo compartan la información que se recopilará vía cámaras y sensores, sino también que facilitará compartir la toma de decisiones. En ese sentido, es urgente el desarrollo de un gran ‘data center’ integrado en el que converjan estos esfuerzos.
Esta medida permitiría el mapeo de delitos en tiempo real, por ejemplo. Al viejo mapa delictual se le sumaría el uso de tecnología para mapear y analizar los hechos y sus patrones de ocurrencia en el momento en que se van sucediendo. Esta herramienta permitiría hacer un despliegue de dotaciones y elementos de apoyo de un modo más eficiente para la prevención de delitos. En suma, estaríamos ordenando los esfuerzos.
Pero, como nada es perfecto, un plan para volver una ciudad segura a Lima vía lo digital debe contemplar medidas de salvaguarda para los datos personales de todos los ciudadanos que se empezará a vigilar.
Por ello, también sugiero agregar a los discursos de los candidatos medidas vinculadas con el tipo de software que se utilizará (de código abierto o propietario), los algoritmos y su generación, la confiabilidad de los repositorios de información (utilizados para la toma de decisiones) y la inclusión de auditores independientes –incluido un comité consultivo de expertos pro-bono– para evitar sesgos de cualquier tipo.
La sociedad civil, los organismos de derechos civiles, los científicos/expertos y las universidades tienen, en estos puntos, un rol valioso que cumplir.