"La razón social se ve en el mayoritario rechazo a la función política,  colocándola entre las actividades de menor prestigio en la sociedad" (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
"La razón social se ve en el mayoritario rechazo a la función política, colocándola entre las actividades de menor prestigio en la sociedad" (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
/ Víctor Aguilar Rúa

Decíamos aquí que los peruanos no se movilizan políticamente, pues no encuentran alternativas para reemplazar a las autoridades que les disgustan (no se quieren tirar a “Una piscina sin agua”. El Comercio, 21/2/2022). Quizá sea por la dificultad de encontrar buena agua –es decir, buenos candidatos– para llenar esa piscina.

¿Por qué es tan difícil encontrar políticos capaces y confiables? Probablemente porque aspectos legales, funcionales y sociales hacen que muy pocos buenos, valientes o con gran vocación de servicio decidan dedicarse a esa actividad.

La primera razón, legal, es la prohibición de la reelección. ¿Cómo tener buenos políticos si no se puede elegir a quienes ya mostraron que hacen bien su trabajo? Nunca tendremos buenos congresistas o alcaldes si en cada vuelta electoral solo se pueden presentar candidatos sin experiencia. Tampoco tendremos personas motivadas a formarse y actuar bien en política, pues saben que sin reelección no tienen un futuro profesional.

La razón funcional la da el gran riesgo judicial y económico que corre quien entra a la tarea política. En el sistema, estimulada por competidores, existe la “ultrajudicialización” de las decisiones administrativas, que hace que cualquier error u omisión, propio o de subordinados, conlleve una amenaza civil o penal. Paralelamente, los menores salarios del sector público frente a los de un profesional destacado en el sector privado limitan el atractivo a muchos que podrían tener allí un desempeño eficiente y honesto.

La razón social se ve en el mayoritario rechazo a la función política, colocándola entre las actividades de menor prestigio en la sociedad. La muestra son las innumerables bromas, críticas, memes y hasta injurias que, en lugar de ser dirigidas al político específico que actúa mal, se extienden a todo aquel que desempeña esa actividad. No se ataca al adjetivo (curas pedófilos o policías abusivos), sino al sustantivo, a los políticos, como si su esencia fuera ser corrupta o ineficiente. Siendo la respetabilidad muy importante para las personas de bien, se explica que pocas decidan sacrificarla en una carrera tan poco estimada.

¿Soluciones? Una urgente es permitir la reelección, que genere un espiral de buen desempeño y mejores políticos. Otra es revisar los términos de responsabilidad de las autoridades para evitar las acusaciones excesivas o injustas, además de reconsiderar sus remuneraciones. Y tercera, mucho más en nuestras manos, es dejar de ser “antipolíticos” si queremos buenos candidatos y buenas autoridades. Acciones necesarias para que los buenos políticos, que felizmente existen, en lugar de ser la excepción, sean la regla en nuestro país. Que tengan una buena semana.

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