"¿Para qué sirve la política en una democracia? O, siendo más duros, ¿para qué sirven los políticos?". (Ilustración: Rolando Pinillos)
"¿Para qué sirve la política en una democracia? O, siendo más duros, ¿para qué sirven los políticos?". (Ilustración: Rolando Pinillos)
Diego Macera

¿Para qué sirve la política en una democracia? O, siendo más duros, ¿para qué sirven los políticos? La respuesta del libro de texto es que sirven para ordenar y canalizar las preferencias ciudadanas en una visión de sociedad que se ajuste a las prioridades de vida de sus habitantes. La respuesta del ciudadano peruano promedio hoy es: para nada.

Como toda generalización, esta imagen es sin duda injusta. Políticos y funcionarios públicos que sirven al país con diligencia y honestidad hay muchos. Algunos dirán que este descrédito se debe entonces a las perennes sospechas de corrupción con las que vive hoy la clase política, y una cuota de razón tendrán. Pero la causa de fondo es quizá aun más pedestre.

El problema es que la discusión política se ha desvinculado profundamente de aquello que más le interesa al ciudadano corriente, de aquello que tiene un impacto directo en su vida. La diferencia anglosajona entre ‘politics’ y ‘policy’, en la que la primera expresión tiene que ver con la política tradicional y la segunda más con políticas públicas, aborda bien el asunto. Cómo capturará la policía a los delincuentes del barrio, cuándo tendrá la posta medicinas, o qué posibilidad hay de conseguir trabajo son todos temas opacados por los Chávarry, Vizcarra, Del Solar, Salaverry o Bartra del momento. Día tras día, son los políticos que hablan entre sí sobre sí mismos. Sobre las instituciones en las que ellos participan, sus cuotas de poder, quién controla, quién acusa y quién sanciona a quién. Es la política endogámica. Es el show de la metapolítica que tiene cautivado a todo el país.

Porque, inevitablemente, esto permea en la discusión pública. En el Instituto Peruano de Economía (IPE) cuantificamos algunos indicadores iniciales al respecto. En los últimos 12 meses, entre los temas de tendencia en Twitter que hayan durado más de 14 días, ha habido siete temas de tendencia de esta política que habla sobre sí misma por cada tema de tendencia que trata sobre ‘policy’. En paralelo, entre los titulares de los últimos 365 días en este Diario –contados hasta ayer–, 134 versaron sobre ‘politics’, 91 correspondían a la rebosante interacción de la política con el sistema de justicia, y solo 70 eran sobre los asuntos del día a día de trabajadores, empresarios, estudiantes, pacientes, etc. Extender el ejercicio a los últimos dos o tres años posiblemente hubiera traído resultados aun peores. ¿Cuánto tiempo es razonable mantener esta situación?

Incluso cuando se tratan temas que tocan directamente al ciudadano, estos se desaprovechan en pullas políticas absurdas. Hablando de la educación, por ejemplo: si se dedicase la mitad del tiempo a analizar la jornada escolar completa o la meritocracia docente del que se le ha dedicado a la “ideología de género” en el Congreso, otra sería la historia.

Esto no significa, claramente, que la ‘politics’ no importa. Después de todo, si nuestros representantes no son elegidos y supervisados en un sistema político razonable, no se puede esperar mucho de las políticas públicas sobre las que ellos decidirán. Ahí radica la relevancia de la reforma política –bien o mal planteada por el Ejecutivo–. El fortalecimiento de la democracia y las instituciones que la soportan es una condición necesaria para seguir avanzando, más aun en estos tiempos difíciles y polarizadores. Ello, sin embargo, no puede venir a costa de minimizar todo el resto de la agenda urgente para los no-políticos.

En suma, si la razón de ser de la política es servir a los intereses de los ciudadanos, este foco se ha perdido para entender a la política como fin en sí misma, como un sistema autorreferencial y cerrado. Y los ciudadanos hemos sido espectadores complacientes de un show político que, vaciado de contenido real, no puede hablar de otra cosa más que de cuotas de poder a repartirse entre sí.