¿Cómo una novela de ciencia ficción se convierte en un vehículo para abordar la geopolítica de China, la degradación de las ciudades, las posibilidades de la tecnología, los comportamientos de las personas cuando están bajo presión o los intereses de las regiones cuando hay amenazas que involucran a la humanidad?
Para muchos críticos, la ciencia ficción es especulativa y, por lo tanto, un mero ejercicio de escapismo. Pero es evidente que el género ha sido un vehículo para importantes temas sociales. Por ejemplo, “2001: Una odisea espacial”, de Arthur C. Clarke, es una discusión sobre el significado de la tecnología en la evolución de la humanidad. “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, es una distopía sobre una sociedad perpetuamente feliz. La serie “Fundación”, de Isaac Asimov, aborda, en parte, la posibilidad de encontrar leyes que explican la marcha de las sociedades. “La Pianola”, de Kurt Vonnegut, con el reemplazo de máquinas por seres humanos, es un ensayo acerca de la deshumanización de los más vulnerables.
La trilogía de ciencia ficción “El recuerdo del pasado de la Tierra”, del escritor chino Liu Cixin, es un ‘magnum opus’ de tres libros: “El problema de los tres cuerpos”, “El bosque oscuro” y “El fin de la muerte”. Es una obra de gran envergadura porque incluye desarrollos tecnológicos creíbles, donde el hilo conductor comienza con la detección de una invasión alienígena que va a llegar a la Tierra en 400 años, y describe los esfuerzos de los países para enfrentar esta amenaza. Los personajes, a través de la hibernación, logran avanzar hacia eras del mañana. La historia introduce elementos históricos que van desde Egipto y el Imperio Bizantino hasta la revolución cultural en China, para avanzar hacia el presente y continuar hacia el futuro, transponiendo realidad y fantasía con juegos de realidad virtual.
El choque de civilizaciones, la Tierra y el potencial invasor, puede interpretarse como un reflejo de las fricciones entre las potencias globales (el historiador inglés Neil Ferguson defiende esta postura). La división inicial de los humanos –con grupos que apoyan a los potenciales invasores– evoca las dificultades que existen para cooperar en temas multilaterales. La construcción de ciudades satélite en Júpiter y su sostenibilidad hace pensar sobre la energía y alimentos que una ciudad real requiere.
La trilogía muestra el conocimiento cosmopolita del autor y desliza una visión asiática de la geopolítica mundial; en la novela, China tiene un papel preponderante en política exterior similar al de los Estados Unidos y la Unión Europea. Los científicos chinos tienen la capacidad para desarrollar tecnología muy avanzada y concebir teorías como la “sociología cósmica”, que se sostiene sobre dos axiomas: (i) la sobrevivencia es la necesidad primaria de cada civilización y (ii) las civilizaciones crecen y se expanden, pero la materia total del universo es constante.
Liu Cixin nació en 1963 y, por lo tanto, ha vivido observando el crecimiento continuo de China y viendo cómo ciudades como Beijing, Tianjin, Shanghái, Guangzhou y Shenzhen se han convertido en megápolis, al tiempo que la influencia de su país se ha consolidado. La generación de Liu se ha beneficiado de la cultura global viajando al exterior, absorbiendo cine, libros, y televisión de la cultura occidental.
Hoy China avanza muy rápido en diversas áreas de la tecnología. El dinero digital es de uso masivo, Beijing continúa con el programa aeroespacial, la telefonía 5G (que ha provocado tensiones con Occidente) sigue desplegándose con gran celeridad, la inteligencia artificial se aplica apoyada por un ejército de ingenieros. ¿Como será la evolución de las regiones en los próximos años? Mucho va a depender de quiénes se recuperen más rápido. Una China creciendo antes que otras regiones fortalecería a Asia como polo de influencia y desarrollo.
La trilogía futurista, escrita con gran imaginación, es una señal de que China es hoy, además de un referente económico y tecnológico, una fuente creciente de cultura popular.
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