El Perú es un país de emprendedores, pero sin unicornios. En la industria del Venture Capital, una empresa ‘unicornio’ es una start-up tecnológica que alcanza el valor de US$1.000 millones como empresa privada; es decir, sin cotizar en la bolsa de valores. La expresión ‘start-up unicornio’ es una comparación con el ser mitológico, por lo únicas que son estas empresas. A finales del 2023, en Latinoamérica se registraron 36 unicornios (Mercado Libre, Kavak, Rappi, QuintoAndar y Nubank son algunos ejemplos en la región); ninguno peruano.
El mundo cambia rápidamente y los emprendedores están en el centro de esa transformación. En el 2007, Apple, Amazon, Google y Facebook no estaban entre las diez principales empresas del mundo. Hoy lideran la lista. Pero, en diez años, menos de cinco seguirán allí. Algunas de las empresas que tomarán su lugar aún no existen. Este ritmo de cambio ilustra por qué los emprendedores son esenciales para reconfigurar el mundo.
En el Perú, los emprendedores enfrentan múltiples dificultades para desarrollar sus negocios, lo que limita su capacidad de alcanzar niveles de crecimiento exponencial como los unicornios. Entre los principales obstáculos se encuentra la falta de acceso a financiamiento, ya que el ecosistema local de Venture Capital aún es incipiente en comparación con otros países de la región. Además, la burocracia y los trámites engorrosos desincentivan la formalización de las start-up, mientras que la ausencia de políticas públicas sólidas para promover la innovación tecnológica reduce las oportunidades de desarrollo. A esto se suma un entorno económico y social inestable, que dificulta la planificación a largo plazo. Estos desafíos evidencian la necesidad de un ecosistema más robusto que fomente la colaboración entre emprendedores, inversionistas, universidades y el Gobierno, para permitir que las start-up peruanas escalen y compitan en mercados globales.
Uri Levine, cofundador de Waze, al compartir su experiencia señala que su enfoque se centra en entender que el éxito no llega de inmediato, sino que es el resultado de un camino lleno de fracasos, decisiones difíciles y, sobre todo, una inquebrantable perseverancia. Muchos emprendedores cometen el error de enfocarse en lo que están construyendo, en lugar de por qué lo están haciendo. Crear valor real para los clientes no solo atrae su atención, sino que también los convierte en tus aliados.
En este camino el fracaso no solo es inevitable, sino esencial para el aprendizaje. No necesitas ser perfecto para ganar el mercado; necesitas ser lo suficientemente bueno. Comenzar con algo imperfecto y escuchar a los usuarios/clientes permite iterar rápidamente y mejorar el producto o servicio. El punto clave es simple: comete errores rápido y aprende de ellos, escucha a tus clientes. Cada iteración puede ser un paso pequeño o incluso un retroceso, pero ocasionalmente resultará en un gran salto. Este proceso fue clave en el desarrollo de Waze, que necesitó más de un año de iteraciones antes de ser lo suficientemente bueno en múltiples mercados.
El camino del emprendimiento en el Perú enfrenta retos tanto a escala individual como estructural. Por un lado, el país necesita un ecosistema más sólido que impulse a las start-up tecnológicas, con mayor acceso a financiamiento, incentivos claros para la innovación y un entorno regulatorio que reduzca las barreras burocráticas. Por otro lado, el emprendedor peruano debe estar dispuesto a asumir riesgos, aprender del fracaso y perseverar a pesar de las dificultades. El Perú tiene el talento y la creatividad, pero alcanzar su potencial requiere un ecosistema que acompañe y potencie esos esfuerzos. Con un entorno que facilite el desarrollo y emprendedores comprometidos a superar obstáculos, el país estará en camino de forjar start-up capaces de competir globalmente y, eventualmente, crear sus propios unicornios.