En la política mexicana hay lo que se le conoce como el lamento mexicano y que suelen repetir mucho los políticos: “¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Se le atribuye al exdictador Porfirio Díaz (1876-1911), que tuvo tres períodos gubernamentales. Muchos lo interpretan como la relación de amor-odio que siempre ha tenido con EE.UU. y el mensaje irónico o de lamento que Dios no los ayuda.
Por tercera vez fuimos anfitriones del APEC y pocos podrían disputar los logros económicos que hemos conseguido desde que nos incorporamos en 1998. Nuestras exportaciones, medidas en soles constantes del 2007, aumentaron desde S/51.000 millones anuales a S/146.000 millones en el 2023. Esto significa una tasa de crecimiento anual promedio real de nuestras exportaciones del 4,3% por año, que nos permitió alcanzar una tasa de crecimiento promedio de nuestra economía del 4%.
Uno puede argumentar que mucho se explica por el multilateralismo comercial que hemos practicado al tener 22 tratados de libre comercio firmados. Esto nos ha permitido una gran diversificación comercial. Y aun cuando China y EE.UU. son nuestros principales socios comerciales, en términos de comercio de bienes con respecto al PBI solo representaron el 13,6% y 7,5%, respectivamente. Muy distinto a lo que le sucede, por ejemplo, a México, cuyo comercio con EE.UU. representa el 42% del PBI.
Pero este multilateralismo viene cambiando y hemos empezado un acercamiento peligroso con China. En un momento, la reunión del APEC dejó de ser una reunión entre 21 jefes de Estado y se convirtió en una gran celebración entre el Perú y China, y la inauguración del megapuerto de Chancay. No hay que dejar de celebrar la inversión en el nuevo puerto y los beneficios que nos podría traer al permitir que nos integremos con Asia. Pero hay que ser cuidadosos, pues Chancay será uno de cerca de ocho puertos principales de muchos otros países que miran al Pacífico y que confirman nuestro compromiso de diversificación.
Debemos preguntarnos qué significa perder nuestro multilateralismo y acercarnos peligrosamente a un país tan expansionista como China, donde no existe el Estado de derecho ni el respeto a los derechos individuales, de los trabajadores y/o al capital. ¿Este acercamiento nos ayudará, como lo ha hecho el APEC, en nuestro objetivo de lograr el desarrollo económico o nos convertirá en uno más de sus países satélites? Perder la bien lograda neutralidad comercial en un contexto en que el presidente electo de EE.UU. está a punto de declarar la guerra comercial a China al imponerle aranceles del 60% a sus importaciones parece un despropósito. No quisiéramos, en unos años más, tener que recitar el lamento peruano.
Esta neutralidad también nos ayuda a no acercarnos tanto a EE.UU., sino, más bien, a mantenernos lo suficientemente lejos de ambos, pero también cerca como para beneficiarnos de sus cadenas productivas y su innovación, necesarias para poder avanzar en nuestro desarrollo. Podemos decir que este acercamiento a China también se produce por el poco interés que ha mostrado EE.UU. en el Perú y en toda América Latina. Muchas de las compras de empresas con capitales chinos han sido el resultado de ventas por parte de empresas estadounidenses y de otros países.
Aún no es tarde para corregir nuestro rumbo. Los riesgos geopolíticos, la necesaria conectividad y los múltiples acuerdos de libre comercio nos permiten atraer empresas de distintos rubros a invertir en el Perú. Es momento de que nuestros gremios empresariales tomen ventaja de nuestra integración con los países del APEC y realicen visitas a sus similares, y les expliquen los beneficios de invertir en el Perú y de usar nuestros tratados de libre comercio para acceder a otros mercados, incluyendo el de EE.UU.
Pensar que la inversión privada fluye por los beneficios tributarios que puedan ofrecer los países receptores es otra idea que hay que desterrar. El inversionista busca las oportunidades que le permitan crecer y expandirse y, para ellos, la localización, la infraestructura, la fuerza de trabajo entrenada y las facilidades para hacer negocios son elementos centrales de su decisión. Siendo una pequeña economía que mira al Pacífico, tenemos mucho que ofrecer, pero también mucha responsabilidad en preparar a nuestros trabajadores y proveer la infraestructura necesaria.
No hay que perder de vista que nuestro objetivo es lograr el desarrollo económico. Lo que debemos lograr es tomar ventaja de estos recursos que nos ofrece el comercio internacional y los accesos a nuevas tecnologías y cadenas productivas para mejorar la calidad de nuestros ciudadanos. Los intereses de China son fundamentalmente expansionistas y el puerto de Chancay es un instrumento para acceder a las materias primas que necesita para crecer. Ofrecer beneficios tributarios solo nos aleja de cumplir nuestros objetivos.