¡A taparse los oídos!, por Martha Meier Miró Quesada
¡A taparse los oídos!, por Martha Meier Miró Quesada
Redacción EC

Hay momentos en los que si el otro no calla solo queda taparse los oídos. Algo necesario ante el gobierno humalista convertido en insoportable máquina generadora de ruidos.
Uno espera que sus autoridades sean un coro de voces melodiosas, que expresen ideas, verdades y sienten cátedra. Pero no, desde que llegó al gobierno se ha intensificado un insoportable cacarear que no construye, ni une y menos genera confianza.
El ruido creció en los últimos meses al visibilizarse la del entorno del régimen y empeorará conforme se acerque el día en que deban decirle adiós al poder. 
El estadista conoce la necesidad del silencio, no así el líder común; el gran mariscal de campo sabe la importancia del “alto el fuego”, el soldado raso, no. Hasta el grillo sabe callar cuando oye pasos para no delatarse. Ya lo decía el novelista, ensayista y poeta inglés : “El hombre silencioso no presta testimonio contra sí mismo” (¿leyó, presidente?).
Si hasta la música que a todos gratifica tiene sus propios silencios, más debe tenerlo el ruido político. El silencio musical marca las frases que forman una obra y le da un respiro a los intérpretes, sean cantantes o instrumentistas. El silencio político genera calma y espacio para meditar si las cosas se están haciendo bien.
Un buen presidente es como un director de orquesta, debe tener el oído agudo y ser capaz de que su orquesta –equipo de gobierno– interprete fielmente la pieza elegida (plan de gobierno). Debe asegurarse de que todos tengan la misma partitura para que nadie ejecute otra obra y que se respeten los silencios. Sus “músicos” deben tener los instrumentos afinados, estar sentados en el lugar que les corresponde y seguir las indicaciones del director. Pero la “orquesta” humalista desentona, cada uno toca su propia música y el presidente no sabe hacer del ruido la melodía que nos haga bailar al mismo son. Su ruido interfiere en la comunicación y en la tranquilidad de nosotros, ¡oh sufridos gobernados!
Humala tiene un cierto pánico a estar callado y su constante decir ya le ha pasado facturas (como la de los sectores que justificadamente le exigen cumplir con su consigna de “agua sí, oro no”, lanzada en en plena campaña).
La carismática también suele irse de boca y eso le ha traído problemas (basta recordar lo ocurrido con la revista “Cosas” y las revelaciones políticas que luego no quiso ver publicadas).
A la pareja dicharachera la acompañan otros personajes desentonados y con su propia “partitura”: desde el bromista ministro “yeso” , pasando por el siempre malhumorado congresista “investiguen a todos” , hasta llegar a sus aliados políticos como el “lobbista cervecero de Ambev”, del PPC, o “le alquilé mi casa al narco, pero no lo conozco”, , de Perú Posible.  
Así las cosas, vale recordar a nuestros padrastros de la patria el proverbio de la India: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Y, como no lo practicarán, ¡tapémonos los oídos!